publicado el 10 de noviembre de 2004
EN GRAN PARTE DE LA LITERATURA DE TERROR, EL ONIRISMO sigue siendo la principal baza que utilizan los escritores para expresar el lado bestial y atroz de la condición humana. Autores como Ira Levin, Ray Bradbury o Phillip K. Dick han teorizado en sus novelas sobre la difícil relación que se establece entre la realidad y los sueños, entre lo que percibimos como real y lo que mantenemos sumergido en nuestra psique. Casi podríamos considerar la existencia de una cierta literatura surrealista de horror, con los enormes Edgar Allan Poe y E.T.A. Hoffman como líderes indiscutibles, una corriente que abogaría por relativizar lo que conocemos como realidad y por recobrar los impulsos que se pierden en nuestros sueños. Calificado por el escritor Richard Laymon (en un momento no demasiado inspirado, para qué vamos a negarlo) como el "Fellini de la ficción de horror americana", la obra del escritor estadounidense Tom Piccirili pertenecería con todos los honores a esta tendencia. Completamente desconocido en España hasta ahora, la publicación en nuestro país de su reciente novela Clase nocturna (Night Class, 2003), obra con la que Piccirilli se hizo con el premio Bram Stoker del pasado año, nos permite por fin acceder a su personal (y trastornado) mundo, caracterizado por una singular (por heterodoxa) visión de lo fantástico.
Con ecos evidentes a La conjura de los necios (A Confederacy of Dunces, 1980), de John Kennedy Toole, y a El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye, 1951), de J. D. Salinger, Piccirilli abraza en Clase nocturna la temática y el estilo más característicos de Ramsey Campbell (atroces sociedades secretas, atmósferas cotidianas y uso de la técnica conocida como stream of consciousness, o "fluir de la conciencia") y Clive Barker (morbidez sensual, violencia sádica y explícitas escenas de carne y sexo) para narrar el particular descenso a la locura de Caleb Prentiss, un joven universitario taciturno que, tras regresar al campus después de las vacaciones, descubre que en su habitación ha sido asesinada brutalmente una muchacha. Este dramático episodio actuará como peligroso detonante para la susceptible mente del joven quien se obsesionará en descubrir al asesino aunque esta revelación pueda costarle la vida o la cordura.
Obra de estimable construcción narrativa, debido a su desprecio por los espacios habituales del género, y de unos adecuados perfiles psicológicos, sobre todo en la descripción del progresivo deterioro de la mente enfermiza de Caleb, quizás Clase nocturna no acaba de funcionar del todo debido a un exceso de pretensiones del autor, más preocupado en la representación puntual de los elementos ominosos (que son francamente ricos y espeluznantes) que en la elaboración de una aceptable progresión dramática (que hace aguas por todos lados y peca de algunas imperdonables incoherencias argumentales). A pesar de todo, recomendamos vivamente su lectura ya que, sin duda, Piccirilli será uno de los autores de género fantástico a tener en cuenta en un futuro no demasiado lejano.