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publicado el 4 de abril de 2013

El cine fracturado

Según el folclore popular alemán, encontrarse una copia literal de uno mismo o Doppelgänger es un augurio de muerte inminente. No sabemos si Steven Soderberg tenía esto en la cabeza a la hora de componer el que iba a ser su último trabajo como director [1], pero Efectos secundarios es lo más cercano en cine a una película doble, un filme fracturado que parece tener dos almas, e incluso dos directores.

Marta Torres | Quizá ayude a entenderlo su particular estructura formal, alambicada como los thrillers rocambolescos de Alfred Hichtcock. Efectos secundarios es un tipo de cine que hace tiempo que no se hace, un film esquizofrénico, construido en un doble acto donde la segunda parte es un espejo deformante de la primera, un nervioso golpe sobre la mesa que desmonta de golpe la delicada trama que había hilado Soderbergh hasta medio metraje con su particular estilo gélido y elegante. Ésta, en apariencia, es la historia de Emily (Rooney Mara), una mujer con un marido que acaba de salir de presidio por un delito financiero y que un buen día, empujada por la depresión, decide estrellarse con su coche contra una pared. En el hospital conoce al Doctor Banks (Jude Law) que decide usar con ella un fármaco sin conocer muy bien sus efectos secundarios. La Dra. Victoria Siebert (Catherine Zeta-Jones) es el tercer personaje en liza.

Cuando la historia parecía concluida empieza otra película en la que Soderbergh cambia de golpe el punto de vista (ahora el protagonista es el doctor Banks) y con él, el sentido de todo lo que hemos visto hasta ahora. En su segunda parte, la elegancia cerebral del principio deviene en un morboso filme en descomposición, las imágenes se difuminan y la película estalla en un rompecabezas de narrativa accelerada, como si Soderberg se hubiera convertido de pronto en un Brian de Palma en Vestida para matar o Hermanas y se propusiera destrozar su propia película. Efectos secundarios tiene algo de fascinante ejercicio de automutilación, como si el celuloide se hubiera contagiado del mundo de falsas apariencias de la alta sociedad neoyorquina que retrata, sumida en una calma inducida por ansiolíticos y antidepresivos y Soderbergh fuera rasgando esa falsa realidad con un cuchillo afilado, o con una mesa de montaje, puesto que el director se encarga también del montaje y la fotografía de la película [2].

A la mayoría de los críticos no les ha gustado nada que Soderberg, el aclamado director de Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989), le haya dado por ensuciarse las manos con un thriller que opta por artificios tan freudianos como la transferencia de culpa, tan querida por Hichtcock y sus hijos bastardos. Sin embargo, unas declaraciones del director en su presentación en la Berlinale pueden darnos alguna pista. "Me he esforzado por que fuera una película limpia y clara –y añadía- Fue el pintor Whistler quien dijo que era necesario mucho trabajo para eliminar el rastro de trabajo en una obra". Whistler fue precisamente un pintor obsesionado por la belleza formal y abanderó el movimiento del Movimiento estético que defendía la teoría del “arte por el arte”. Limpieza formal, claridad, economía de medios son conceptos que tanto definen a Whitsler como al cine de Soderberg, siempre más pendiente de la forma estética que del fondo, aunque en este caso ambos se mezclan con líneas apenas visibles que el director se ha esforzado en borrar emulando la cita de Whistler. La conexión entre estructura y narrativa es, precisamente, el engaño: la simulación en la historia que Soderbergh nos cuenta y su reflejo en la estructura de la película.

Podríamos decir que la mentira y sus consecuencias forman parte del corpus central de la obra de Soderbergh. Los protagonistas de dos de sus obras más tempranas, El rey de la colina (1993) y Sexo, mentiras y cintas de vídeo eran ambos mentirosos patológicos. En Efectos secundarios, la mentira y sus consecuencias son el eje central de la película, hasta el punto que su naturaleza impregna la forma misma del film, su estética, su ritmo y su estructura. Puesto que una mentira siempre provoca un quiebro, de aquí la forma fracturada de la película. Efectos secundarios juega a imitar al thriller noir deformando todas sus convenciones. Soderbergh nos ha mentido, pero es que el cine es una mentira 24 veces por segundo.

  • [1]. Soderberg anunció que ésta sería su última película, aunque ya está trabajando en su nuevo proyecto: una telemovie llamada Behind the Candelabra, y ahora anuncia que más bien se tomará una temporada de respiro.

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  • [2]. Steven Soderbergh se encarga a menudo de la fotografía y el montaje de sus películas. En el primer caso bajo el nombre de Peter Andrews y en el segundo, como Mary Ann Bernard.

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