publicado el 10 de junio de 2013
La jornada de proyecciones del tercer día de Nocturna se abrió con Resolution, una de las películas más esperadas el certamen. El filme de Justin Benson y Aaron Moorehead venía precedido del premio Mad Movies en el último festival de cine fantástico de Neuchâtel. No obstante, el largometraje no estuvo a la altura de las expectativas, aunque sorprendiera finalmente como la ganadora de la sección Dark Visions.
Julio Vallejo Herán | La pareja de directores nos cuenta la historia de un hombre que acude a una destartalada cabaña situada en un bosque para ayudar a un amigo que se ha convertido en un adicto a las drogas. Su intención es evitar que siga tomando estupefacientes e ingrese en un centro de desintoxicación. Mientras impide que se chute, comienzan a ocurrir extraños acontecimientos: aparecen unas misteriosas grabaciones de los amigos en la cabaña, un grupo de indios les pide que abandonen el lugar y uno de los protagonistas descubre una casa abandonada donde ocurrieron sucesos un tanto peculiares.
Los directores logran crear un clima enrarecido y consiguen que sus dos actores resulten creíbles como ese par de viejos colegas, pero patinan al intentar dar un final coherente a su largometraje. El resultado es una película fallida y confusa que promete más que da.
Menos expectación causó la premiére de Omnívoros, la segunda película como director de Óscar Rojo. Recordemos que el realizador es el responsable de Brutal Box, aquella cint que pretendía denunciar el exceso de violencia y sexo en Internet haciendo apología de lo que quería criticar. En este caso, Rojo vuelve a caer en el mismo error. Según el director, su cinta pretende “descender a los abismos más oscuros de la esencia humana y explorar las perversiones de una sociedad rica y ociosa en la que ‘todo vale por dinero’”. Lástima que tan loables propósitos no tengan su reflejo en la película.
En el filme, un crítico gastronómico acepta la curiosa oferta de una editora para escribir un libro sobre unos supuestos restaurantes clandestinos. Pronto acudirá a uno de ellos donde se sirve carne humana en selectos banquetes para gente acaudalada.
La película desprende una sensación de incredulidad en todo momento. No se entiende, por ejemplo, que en las comidas y cenas de gente tan acaudalada y fina no se pare de hablar de dinero, a pesar de estar mal visto en este tipo de círculos. Tampoco se comprende que Rojo se regodee en el morbo y en el gore cuando pretende criticarlo. Igualmente gratuitos resultan algunos desnudos femeninos que solo ofrecen carnaza al espectador.
En definitiva, Omnívoros vuelve a ser tan hipócrita como el primer filme de su autor, aunque técnicamente se encuentre un peldaño por encima de su nada ilustre precedente.