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publicado el 25 de octubre de 2013

Un thriller excesivo

Rodrigo Cortés entró como una flecha en el agotado panorama del cine español gracias al éxito de Enterrado (Buried, 2010), un filme que lo apostaba todo a sus propias limitaciones: un único escenario (una caja angosta enterrada bajo tierra) y prácticamente un solo protagonista. Grand Piano, la película que ahora presenta como productor junto a Adrián Guerra, parte de una premisa parecida: la autolimitación. Prácticamente toda la acción debe transcurrir durante un concierto de música clásica lo que emparenta la película con mecanismos fílmicos como La soga de Alfred Hitchcock o Última llamada (Joel Schumacher, 2002). Dirige Eugenio Mira, el director de la magnífica The Birthday y de Agnosia, un filme opulento y bellamente excesivo que no fue nada bien recibido en Sitges hace dos años, hasta el punto que en la ficha del festival de Grand Piano se omite citar esta película.

Marta Torres | Empieza Grand Piano con una premisa sorprendente por arriesgada. Un reputado pianista (Elijah Wood) que vuelve al escenario después de años de pánico escénico, encuentra en la partitura que está tocando una anotación peligrosamente explícita “Si fallas una nota, estás muerto”. A partir de este momento, empieza un concierto mortal con Elijah Wood acosado por un misterioso francotirador que nos retrotrae inmediatamente al tramo final de El hombre que sabía demasiado. Al igual que el milimétrico final del filme de Alfred Hitchcock, Gran Piano es casi abstracta, por lo que el esquemático guion de Damien Chazelle [1] apenas molesta a la hora de construir esta tesis sobre el thriller y su relación con el ritmo y la música (pongan un metrónomo en pantalla y solamente con eso generarán tensión). Digamos que toda la premisa argumental es un gigantesco Macguffin para construir un objeto de suspense que es a la vez la grabación de un suntuoso concierto en Chicago, si bien, y al contrario de los filmes de Hitchcock, en la película dirigida por Eugenio Mira el punto de vista está casi siempre del lado del pobre pianista, por lo que no sabemos qué ocurrirá aunque sí podemos adivinar cuándo. Al fin y al cabo, toda pieza musical tiene un final y el thriller se construye demorando el peligro en el tiempo.

Al tiempo, el primer eje en el que se mueve la película, hay que añadir el espacio. Grand Piano tiene lugar casi en su totalidad en un lujoso auditorio. En este punto se pone de manifiesto el gusto de Eugenio Mira por los escenarios suntuosos y las paletas cálidas que ya mostró en Agnosia. La superficie lacada del piano brilla bajo los focos, los cortinajes son de suave terciopelo rojo y todo tiene un aire de artificioso esplendor que se agradece después de años de pátinas grisáceas y frías en las películas españolas de terror, casi una marca de fábrica de Filmax, por ejemplo. Sin embargo, este gusto por la operística acaba jugando en contra de la película, demasiado ahogada por una partitura excesiva, frenéticos movimientos de cámara y un asesino al borde de un ataque de nervios que quitan importancia a la idea original del film: mostrar como un pianista y su némesis juegan al gato y el ratón en un escenario, delante de miles de personas, sin que nadie se aperciba de ello. La labor del director era poner la cámara de manera que pudiéramos ver el truco y seguir el ritmo.

  • [1]
    Hay que añadir que Chazelle es un guionista bastante inexperto, solamente ha escrito el libreto de El último exorcismo 2, si bien su ópera prima como director, Guy & Madeleine on a park bench, es un homenaje al cine musical estadounidense de los años cuarenta y cincuenta, lo que puede haber pesado en su elección como guionista y abre nuevos caminos al análisis de la película, sobretodo en sus subtextos y referencias.

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