publicado el 21 de noviembre de 2013
Marta Torres | Lo peor que le puede pasar a un filme como Antisocial es que su argumento / premisa nos recuerde tanto al de una obra maestra del horror sugerido como Kairo (Pulse, 2001) de Kiyoshi Kurosawa. Como en esta pieza indispensable del fantástico tenemos a un grupo de jóvenes adictos a las redes sociales, smartphones y ordenadores y un efecto viral que se trasmite a partir de esas terminales electrónicas. Con la excusa de una fiesta de fin de año y el único escenario de una casa, Cody Calahan, formula un filme que no se sale ni una coma de los tópicos sobre infectados y revividos, amén de los consecuentes chistes macabros: les aseguro que reirán a carcajada limpia con la secuencia de la iluminación del árbol de navidad. Este filme de clara vocación comercial está tan pendiente de un esquema preestablecido que obvia algunas de sus mejores ideas, como aquella secuencia en que se nos insinúa que los ojos de los muertos son cámaras de video conectadas a la red; solo esa idea vale por todo el filme y el realizador pasa por ella de puntillas sin explotarla lo más mínimo. Una auténtica pena. Con todo, Antisocial perfila un último cuarto de hora colosal, cafre y absolutamente desinhibido que deja una interesante sensación de gran espectáculo y abre las puertas a una génesis del caos y el fin del mundo más que brillante. De menos a más y con erratas en el curso, pero definitivamente una cinta con detalles excelentes.