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sitges 2013 - películas

publicado el 21 de noviembre de 2013

Extremismo comercial

Marta Torres | Hasta ahora, las películas de la directora francesa Marina de Van eran mayoritariamente filmes que se interrogaban sobre la transformación del propio cuerpo y la pérdida de la identidad. En Dans ma peau (2002), una mujer se lacera la piel para sentirse en su carne y en Ne te retourne pas (2009), la protagonista se convierte gradualmente en otra persona. Ambas proponen caminos interesantes y ambas tuvieron una recepción fría de la crítica y un escaso interés comercial. Quizá por este motivo Dark touch cambia radicalmente de registro, aunque sin olvidar un oportuno toque extremo que la aleje de la etiqueta de cine puramente comercial. La impresión general es que Marina de Van ha querido seguirle los pasos a Alexandre Bustillo, Julien Maury (À l'intérieur, Livide) o Pascal Laugier (Martyrs), protagonistas de la oleada de cine francés de terror extremo que acaparó premios y festivales a principios de este siglo.

Dark Touch es un filme de terror al uso que incorpora todos los elementos tradicionales del género, una casa supuestamente encantada, una niña maldita y huérfana, una nueva familia, objetos que se mueven, un aire gótico e insano… y algunos menos convencionales, como la mención expresa a los abusos que podría haber sufrido la niña, su odio extremo hacia los adultos y los niños normales, el empleo del gore y los actos de crueldad, que la alejan algo del cine de terror comercial al que hacíamos referencia pero sin llegar a los extremos de À l'intérieur o Martyrs. A pesar de esta timidez a la hora de abordar el terror más radical, la película tiene suficientes alicientes y un punto de partida más que interesante, que la acercan a propuestas del estilo de Quien puede matar un niño, Suspense o incluso La huérfana, en los que el terror estaba unido a la infancia. El resultado es algo más satisfactorio que el intento de Pascal Laugier de hacer cine más asequible con El hombre de las sombras (Tall man, 2012), en parte por una puesta en escena oscura y vagamente onírica, en parte por querer huir de posturas acomodaticias. La película se sitúa así en un precario equilibrio entre lo asumible y lo inesperado.


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