publicado el 27 de noviembre de 2013
El direct to video que tan buenos rendimientos proporcionó a Hollywood durante
finales de la década de 1980 y principios de 1990 parece que vuelve a estar de moda –
así lo atestigua por ejemplo el estreno en formato doméstico de la penosa La
maldición de Chucky (Curse of Chucky, Don Mancini, 2013)–, aunque parece
más que nunca un recurso a la desesperada para colocar producciones de serie B y serie
Z cuyo estreno en salas supondría un descalabro aún mayor que el que ha supuesto su
(absurda) producción. Y es que sólo en este triste contexto puede valorarse en su justa
medida Noche de miedo 2: Sangre nueva, que no es, en sentido estricto, la
continuación de Noche de miedo (Fright night, Craig Gillespie, 2011) –nueva
versión del filme homónimo dirigido por Tom Holland en 1985–, ni tampoco el remake
de Noche de miedo 2 (Fright night part 2, Tommy Lee Wallace, 1988).
Rodada en Rumanía con un presupuesto más o menos generoso pero sin rostros
conocidos en el reparto ni en el equipo técnico, cuenta con un argumento demencial que
llega a relacionar la escritura de la novela Drácula de Bram Stoker no con el
personaje histórico de Vlad Tepes sino con el de la condesa húngara Erzsébet Bathory
(1560–1614) .
Pau Roig | Un insípido Will Payne sustituye a Anton Yelchin en el papel de Charlie Brewster, un
adolescente norteamericano del montón que ha viajado al país europeo en compañía de
su cargante amigo Ed Bates (Chris Waller), fanático de todo aquello que tenga que ver
con lo sobrenatural, pero no tanto para participar en un seminario sobre la historia del
arte europeo, un curso que no parece interesar en lo más mínimo a ninguno de sus
participantes, como para recuperar el amor de su antigua compañera sentimental Amy
(Sacha Parkinson). Este particular triángulo, no obstante, pronto quedará eclipsado por
Jaime Murray y su eléctrica interpretación de Gerri Dandridge (hermana del vampiro
interpretado por Colin Farrell en el filme anterior: aquí acaban las relaciones entre
ambos títulos), sensual profesora durante el día del seminario en cuestión y vampira
sanguinaria de noche; tras ser descubierta por el protagonista a partir de una
improbable sucesión de indicios, cabos sueltos y sueños misteriosos, utilizará todos los
medios a su alcance para acabar con su vida y de paso vampirizar a Amy, una chica
virgen nacida a las 12 de una noche de luna llena cuya sangre podría permitirle caminar
bajo la luz del sol (una de las muchas licencias que el filme se toma respecto a la
historia, real o no, de la Condesa Bathory, recreada de forma pretendidamente original
a partir de unas secuencias de animación que, la verdad, no vienen a cuenta de nada).
Atrapado en un callejón sin salida (nadie cree sus descabelladas teorías, ni siquiera Amy
después de la misteriosa muerte de Ed), Charlie acudirá desesperado a Peter Vincent (el
desconocido Sean Power, sustituyendo a David Tennant), presentador de un programa
de televisión sobre ocultismo y fenómenos paranormales titulado precisamente “Noche
de miedo”, que por una casualidad imposible se encuentra también en Rumania,
buscando ni más ni menos que la tumba de Drácula.
La trama adopta así una estructura y un desarrollo demasiado similares a los del filme
que le precede, cambiando el vampiro por una vampira y la ambientación de la historia,
aunque las localizaciones naturales en diversos puntos de Rumania –escenario por cierto
desde principios de la década de 1990 de buena parte de las desastrosas producciones
de terror de la compañía Full Moon de Charles Band– apenas están aprovechadas,
ejerciendo poco más que la función de un decorado que se podría haber recreado
tranquilamente en un estudio. Trabajando con unos recursos superiores pese a todo a
los de cualquier de producción de serie B al uso, el venezolano Eduardo Rodríguez,
conocido sobretodo por el espantoso thriller de acción y brujería Curandero (2005),
evita con mayor o menor fortuna cargar las tintas en el humor (apartado relegado a las
intervenciones cada vez más cargantes del personaje interpretado por Chris Waller),
pero ni siquiera pone el acento en el erotismo –aunque el guión de Matt Venne
disemina aquí y allá fáciles apuntes lésbicos, inevitables en toda producción de vampiras
que se precie– o la violencia, ilustrando con exasperante funcionalidad un guión extraído
a pico y pala de anteriores producciones destinadas al público adolescente. Después de
un clímax final atropellado que transcurre en la impresionante cripta del castillo de la
condesa –escenario que curiosamente nadie había descubierto hasta ese momento–, la
trama desemboca en un final feliz y políticamente correcto que constituye un ataque a la
inteligencia del espectador, reduciendo el inherente poder de atracción y fascinación que
debería despertar cualquier criatura de la noche a poco más que una aburrida atracción
de barraca de feria sin el menor poder de subversión.
FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA:
EEUU, 2013. 100 minutos. Color. Dirección: Eduardo Rodríguez Producción: Michael J.
Gaeta y Alison R. Rosenzweig, para Gaeta / Rosenzweig Films Guión: Matt Venne
Fotografía: Yaron Levy Música: Luis Ascanio Diseño de producción: Serban Porupca
Montaje: Don Adams Intérpretes: Will Payne (Charley Brewster), Jaime Murray (Gerri
Dandridge), Sean Power (Peter Vincent), Sacha Parkinson (Amy Peterson).