publicado el 18 de agosto de 2014
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Cuando supimos de la elección de James Gunn para dirigir la nueva franquicia de Guardianes de la Galaxia nos preguntamos si era posible un producto Marvel con espíritu punk, lo que es relevante puesto que Gunn es el creador de películas como Super, donde parodiaba a los superhéroes y uno de sus primeros trabajos como guionista fue en la película de Lloyd Kaufman, Tromeo y Julieta (1995). Vista la película, la respuesta es un rotundo no.
Marta Torres | Guardianes de la galaxia es la traslación a la gran pantalla de una de las sagas más olvidadas de la hemeroteca de Marvel, que tiene por protagonistas a un grupo de superhéroes a medio camino entre la ciencia ficción y la fantasía. Los guardianes fueron creados en 1969, si bien la película se basa en una reelaboración posterior, de 2008, a cargo del escritor Dan Abnett y el ilustrador Andy Lanning. El espíritu es algo diferente a la saga oficial de la Marvel, que bascula entorno a Los Vengadores y los superhéroes clásicos de la casa. El mismo Gunn definió muy bien el concepto al afirmar que si Los Vengadores eran los Beatles, Guardianes debían ser Los Rolling Stones. Sin dejar de formar parte del mismo universo narrativo que Marvel está construyendo desde hace años y culminará en los siguientes, Guardianes tenía la misión de ponerle un cierto punto irreverente al asunto sin pasarse demasiado, al fin y al cabo, estamos ante un producto Disney.
De esta forma, James Gunn ha cargado las tintas en enfatizar los aspectos más verbeneros del cine de fantasía y reutilizar las formas y los iconos más gamberros del entretenimiento made in USA. Se ha hablado mucho de que Guardianes es una reelaboración de Star Wars pero es difícil obviar un referente más próximo y con mucho más morbo: Serenity, obra maestra de Joss Whedon, el director de Los Vengadores, en la que reinventa al antihéroe por excelencia, Han Solo, y le transmuta en el Capitán Malcolm “Mal” Reynolds, que vendría a ser el hermano mayor del Peter Quill (Chris Pratt) de Guardianes. Como en Serenity, el protagonista comanda a un grupo de perdedores por la Galaxia que acaban siendo héroes casi por casualidad. [1] Les diferencia, eso sí, el tono. Si Serenity acaba derivando en escenas de puro terror, Guardianes escoge el tono ligero del show para todos los públicos, un poco a la manera de la serie del espacio de Jim Henson, Farscape, con tripulantes de colores y una alienígena clavada a una de las malas de Guardianes, Nébula. Todo ello aderezado por toques de obras ochenteras, desde la saga de Indiana Jones hasta Los cazafantasmas, pintado con colores eléctricos, como un cómic feísta de los setenta, y aliñado con canciones sacadas de una recopilación de radiofórmula de hace tres décadas.
Guardianes no se esconde de sus inspiraciones populares. Gunn crea un producto simpático que ha tenido el acierto de no prestar demasiada atención a un guion dibujado a trazos gruesos y que olvida intencionadamente las convenciones clásicas, que han hecho tan predecibles últimamente las películas de superhéroes. En su lugar, nos dibuja un universo interracial y algo loco, con escenarios tan estimulantes como la mina situada dentro de la calavera de un Celestial, a la que accedemos acompañados de los compases de una canción de David Bowie, aunque a cambio nos endosa algunos chistes sin demasiada gracias y algunos gags demasiado literales o repetitivos.
A pesar de ello, Guardianes de la galaxia es un producto refrescante y sin ínfulas. Una película menor que se ha hecho con la taquilla de medio mundo gracias a su defensa a ultranza de los productos sin demasiadas ambiciones y que sabe citar sin excesivo respeto lo mejor y lo peor del cine de entretenimiento de las pasadas décadas. La acción por la acción, un cierto descaro y una falsa sensación de transgresión, alimentada por la nostalgia de un tipo de cine más inocente, e incluso, porque no, más infantil. Un tipo de cine del que parece, el público va muy necesitado, ya que no ha dudado en echarle gasolina a la taquilla.