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publicado el 1 de diciembre de 2014

Leyendas urbanas


The babadook

Me atrevería a decir que The Babadook es el filme más redondo que hemos visto en este Sitges 2014 y a priori era mi apuesta absoluta para ser galardonado como mejor película. No ha sido así, pero entiendo que estamos ante ese tipo de obras que marcan un antes y un después dentro del fantástico por diversos motivos.

Lluís Rueda | El primero, estamos ante una franquicia nueva, original y que crea un monstruo pesadillesco de una plasticidad aterradora en tiempos de remakes, pocas ideas y poca inventiva. El Babadook como idea de lo ominoso resulta tant portentoso que sólo pensar en él a uno le aparece en mente la palabra Terror. Un abrigo, un sombrero de copa y unas garras ya son el mal, su icono y su traslación exacta.

El segundo: el filme es una variación del horror con trasfondo de leyenda urbana que bebe con renovada eficacia de productos cinematográficos tan determinantes como las sagas Pesadilla en Elm Street o Candyman, lo hace con solvencia y aportando una vuelta de tuerca de enorme eficacia.

El tercero: la aparición de el Babadook va asociada a la imaginación infantil, a la proyección de su figura por parte de un niño inadaptado que lo extrae de un cuento para convertirlo en su pesadilla de cabecera. Su presencia es constante aunque sus apariciones prácticamente están adscritas al mundo de los sueños. No obstante, es un ente contaminante, un súcubo que se instala como un inquilino más para influir en el orden de los acontecimientos y en el comportamiento de la madre y el niño protagonistas.

El cuarto: más allá de la figura omnipresente del Babadook, la película es una auténtica bajada a los infiernos y a la insania. A menudo el Babadook se confunde con la figura del padre muerto años atrás en accidente; estamos ante una familia truncada que evoca con tal fuerza la figura paterna que la demanda acaba por instalar otro tipo de ente. El Babadook es una metáfora de la idea de la pérdida, el dolor y la culpa. ¿Puede un fantasma corporizarse a través de la ilustración de un personaje de cuento? En manos de Jennifer Kent desde luego, y la esperpéntica figura es tan creíble y demoníaca que resulta pavorosa.

El quinto: porque en The Babadook se concentran las mejores esencias de clásicos del horror indiscutibles como El Resplandor o La Profecía mediante un tratamiento nuevo y, sin embargo, la historia, el enfoque y las intenciones devienen tan originales que el espectador no da crédito. Es una cinta plagada de giros, en la que mal fluctúa entre los protagonistas de un modo casi viral y donde un sótano cerrado es la clave de todo.

El sexto: técnicamente impecable, fueras de campo portentosos y un manejo de la sugestión espléndidos en un conjunto que nunca se sale ni un milímetro de un concepto general. Si me apuran declaro The Babadook una obra de orfebrería del cine de horror contemporáneo que, cabe decirlo también apunta no pocas ideas de lo más granado del cine de horror japonés de ayer y de hoy. No lo duden, el Babadook es casi un yokai, una máscara de teatro tabuki que concentra el espanto en los pequeños detalles de la representación.

El séptimo: su ritmo y montaje funcionan a las mil maravillas, los actores son un regalo y rozan la excelencia amén de ofrecer un tour de force interpretativo que nos deja pegados a la butaca los 95 minutos que dura el filme.

Podría añadir muchísimos más motivos pero prefiero concentrar los todos en la imagen de esa nueva creación que puede manejarse como una sombra, una idea, una representación pareidólica y siempre impacta: el horrendo Babadook, un hombre del saco diferente para las nuevas generaciones.[/img]


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