boto

estrenos

publicado el 9 de diciembre de 2014

Segundas rebajas en diciembre



La Navidad ya está a la vuelta de la esquina, pero en su primera incursión en el horror sobrenatural la compañía Hasbro Studios se ha anticipado en más de un mes a las rebajas de enero con una de las propuestas terroríficas más risibles, que ya es decir, de un año prácticamente nulo por lo que se refiere al auténtico cine de género (y no, no nos referimos a ese intangible y heterogéneo “fantástico” al que se refieren festivales como el de Sitges sin que nadie, ni mucho menos ellos mismos, sepan de qué están hablando). La ópera prima de Stiles White constituye, en efecto, un catálogo tan exhaustivo como revelador del callejón sin salida en el que se encuentra el terror desde hace ya algunos años: encorsetado desde la propia industria a un cada vez más denigrante marco de corrección política, privado de la menor capacidad de subversión y de sorpresa, acumula personajes imbéciles, sustos tontos y recursos agotados y ya del todo inoperantes a lo largo de un desarrollo inane e incapaz de asustar a una mosca.

Pau Roig | Muchos filmes a lo largo de la historia han mostrado las funestas consecuencias de intentar contactar con el mundo de los espíritus desde que el espiritismo se puso de moda en Occidente a finales del siglo XIX, algunas de ellas bastante recientes y hasta cierto punto exitosas, como Witchboard (Juego diabólico) (Witchboard, Kevin S. Tenney, 1986) o Muertos del pasado (Long time dead, Marcus Adams, 2001); incluso existe una producción española sobre la materia de la que con toda justicia ya nadie se acuerda, Ouija (Juan Pedro Ortega, 2004). El tablero ouija o güija –según recomienda escribir la Real Academia Española de la Lengua–, sin embargo, no es tan antiguo como a menudo se cree: de origen impreciso, fue patentado el 28 de mayo de 1890, considerándose el estadounidense Elijah Jefferson Bond como su inventor y William H. A. Maupin y Charles W. Kennard como sus titulares. No está claro si Bond o los titulares lo inventaron realmente o si se limitaron a patentar una de las muchas planchettes o “tablas parlantes” que circulaban por ese entonces por Europa y Estados Unidos; Kennard creó la empresa para la fabricación del tablero e inventó también su nombre, afirmando sin el menor rubor que ouija era una palabra egipcia que significaba “mala suerte”, una mentira como una casa que, pese a todo, no obstaculizó el éxito del invento, comercializado actualmente por la marca Hasbro.

Precisamente esta multinacional y el realizador novel Stiles White, sin olvidar al afamado realizador y aquí productor Michael Bay, han unido fuerzas no para rememorar y / o homenajear anteriores aportaciones al subgénero “adolescentes alterados + tablero ouija = muertes estúpidas”, sino para tratar de promocionar y rentabilizar al máximo el invento o juguete en cuestión; vistos los resultados, sin embargo, mejor habría sido que hubieran hecho un remake de la pedestre pero voluntariosa cinta de Kevin S. Tenney… Tan tramposa y tan torpe es la acumulación de tópicos que presenta Ouija que por momentos parece que estemos contemplando un greatest hits descafeinado y para todos los públicos de todo aquello que nunca debería ser un filme de terror. Del encefalograma plano de la práctica totalidad de los protagonistas, adolescentes petardos y encima mojigatos que se darán cuenta demasiado tarde del terrible error que han cometido al buscar respuestas en el Más Allá, a un desarrollo extraído a pico y pala de cualquier producción del temible horror adolescente de décadas pasadas, todo en el filme huele a refrito barato, a fotocopia inerte; la sensación de deja vù es tan acusada a lo largo del metraje, las escenas de mayor impacto están tan mal resueltas, los personajes se comportan de forma tan exageradamente estúpida, los giros aparentemente sorprendentes del guión son tan poco originales y se ven a venir de tan lejos, que parece haber sido dirigida con los ojos vendados por un zombie renqueante. Peor aún, si cabe, es la alarmante, denunciable falta de ganas de la que hacen gala en todo momento sus responsables (¿o es desfachatez?), incapaces de despertar otra sensación en los espectadores que la indiferencia o el hastío, aunque quizá también, con toda lógica, cierto cabreo. Como acertadamente escribió un crítico de The New York Times al respecto, “Ouija está basada en el juego de Hasbro, pero a diferencia de una entrada de cine un juego de mesa puede ser devuelto fácilmente".


archivo