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publicado el 29 de marzo de 2006

El escritor polaco Stanislaw Lem, sin duda una de las más grandes figuras de la ciencia-ficción y una de las más prestigiosas firmas de la literatura de Europa del Este, falleció a finales de marzo de 2006 en Cracovia a los 84 años. Desde Judex queremos reverenciar la figura de uno de los escritores que mejor han sabido extraer las mejores esencias del género de ciencia ficción. Su obra siempre permancerá como una de las más lúcidas y profundas del género. Traducida a 40 idiomas, su obra contiene títulos de referencia como Ciberiada y, sobre todo, Solaris, quizás la obra más importante de la sci-fi del siglo XX.

Resumir la obra de Lem en unas pocas líneas desmerecería la brillantez de su carrera. Entre el humor fino, la profundidad de sus tramas, el trasfondo filosófico y el descarado tono distanciado, sus novelas fueron (y son) un referente para toda la novelística futurista posterior. Gracias a sus obras, el género de la ciencia-ficción gozó de un prestigio literario inaudito para su época (algo que el fandom nunca podrá agredecerle lo suficiente).

Autor crítico y tremendamente despierto a los cambios de la sociedad que le rodeó (sobre todo si los relacionamos con los motivos narrativos que manejó), para todos los que amamos el cine fantástico su nombre siempre estará unido a la adaptación de Solaris que hizo Andrei Tarkovski en el año 1972, quizás la mejor obra de ciencia ficción que nunca se haya puesto en imágenes. Pero al margen de esta obra magna, títulos como El Invencible o Diarios de las estrellas confoman uno de los corpus más prestigiosos de la historia del género.

En una época en la que cualquier aproximación a los géneros de fantasía deben pasar por la banalidad, los convencionalismos narrativos y la estrechez de miras, recordar la obra de unos de los autores más despiertos del género no debería limitarse a un homenaje post-morten. Su obra aún supone una verdadera y auténtica lección narrativa.


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