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publicado el 25 de febrero de 2019


Green Book gana el Oscar a mejor película

Se ha hablado de los Oscars 2019 como los de la diversidad, cuando en realidad parecen unos premios para contentar a todo el mundo, sin apostar por nada claramente. Es sintomático que este año hubiera propuestas más estimulantes en la categoría de mejor película de habla no inglesa (Con Roma, de Alfonso Cuarón, Cold War, Pawel Pawlikowski, o Un asunto de familia, de Hirokazu Koreeda), que en la categoría máxima de los premios, donde triunfó un filme correcto y de consenso, Green Book (nunca pensé que diría eso de una película de Peter Farrelly), frente a opciones más excéntricas como La favorita. Tampoco es nada nuevo en Hollywood, que siempre ha preferido premiar el éxito en taquilla que las exploraciones al margen.

Lo que sí sorprende es esta impresión general de falta de interés y hasta de lenta decadencia que desprende la industria; percibida por cierto por un público cada vez más ajeno a esta. Green Book es una película amable pero tampoco es un taquillazo; el premio a la visión comercial se ha subsanado más bien premiando a Alfonso Cuarón como mejor director y Roma como mejor película extranjera, un producto muy bien hecho que es a su vez la puesta de largo de Netflix en la industria. Quizá es la manera solapada que tiene Hollywood de dar el visto bueno a las plataformas digitales.

La sensación, por otra parte, es la de una industria agotada que no satisface ni a los consumidores de productos para el gran público ni a los aficionados a los géneros o al cine de autor, que tienen sus propios festivales. Esperemos que el próximo año el nuevo filme de Martin Scorsese, The Irishman, que por cierto también patrocina Netflix, consiga reunirlos a todos de nuevo.

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