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publicado el 15 de abril de 2007

Una fábula manierista

Albert Modolell | ¿Cómo enfrentarse a una película como 300? Difícil tarea se me ha encomendado, ciertamente, pero aquí os halláis, leyendo estas palabras, escritas por un insensato y temerario aficionado al cine fantástico. Aunque desde su estreno mucho se está hablando de esta obra, puede que quizá poco de todo lo dicho sea lo que realmente trascienda finalmente, pues la fuerza de sus imágenes probablemente eclipse los comentarios y todas las críticas sean arrasadas de las columnas de las revistas a espadazo limpio, casi como lo haría la onda expansiva de una explosión con todo lo que la rodea. He leído análisis concienzudos, documentados, críticos aludiendo a las que ya parecen 'trágicas' connotaciones políticas derivadas de la versión 'Milleriana' de la historia; o divertidas observaciones, como las de aquellos que dicen ver en los estandartes espartanos la bandera del arco iris y, probablemente no les falte razón. Todas esas lecturas son perfectamente plausibles. La cuestión es, creo yo, si son necesarias; pues, desde mi modesto punto de vista, no resaltan poco más que lo evidente y más superficial de la película (y, en este punto, reconozco que estoy cayendo en un pozo saturado de la pedantería más vacua jamás leída; aunque sintiéndolo mucho, no he podido evitarlo). Así pues, lo que intentaré es explicar lo que creo sinceramente que es 300, no lo que suele ocurrir, que es hacer un juicio basado en los conocimientos cinematográficos almacenados en los recovecos de una mente crítica y pretenciosamente objetiva.

Es de suponer que lo que pretende un director al que le ofrecen la oportunidad de adaptar una novela gráfica como 300 es lograr transmitir al espectador las mismas sensaciones con su película, que las experimentadas por los lectores de la obra original. En ese sentido, creo que Snyder supera las expectativas; optando por una solución formal, vanguardista y rompedora para el cine actual, directamente proporcional a lo que representó la obra de Miller para el mundo del cómic cuando ésta fue publicada por primera vez. Aunque cabe destacar, evidentemente, que la que más notoriedad le ha dado es Sin City; así como, que, de todas sus obras, la realmente vanguardista, fue la olvidada, de momento, Ronin (los rumores ya apuntan una posible adaptación).

El rigor histórico; ¿Realmente es importante que exista en una obra como la que nos ocupa? ¿Acaso no sería una especie de traición a la obra de Miller, de haberlo aplicado al llevar a cabo la adaptación? La historia es una simple excusa. Sin duda, está ahí, como telón de fondo, pero en ningún momento es el eje alrededor del cual giran el resto de acontecimientos. De hecho, y sin malicia alguna, si hablamos de "cantidad", es como si el total de lo que se cuenta en la película equivaliese a una sinopsis de tres o cuatro líneas de cualquier tragedia griega; eso sí, intercalando entre línea y línea media hora de acción vertiginosa y salvaje.

En mi opinión lo más acertado es lo que lo que se ha hecho en la película, exagerarlo todo; llevar su expresionismo al límite; dibujar una caricatura manierista, macabra, sórdida, en ocasiones, de todos los elementos "robados" a la historia. Miller y Snyder no nos ofrecen su visión de la historia, nos brindan la oportunidad de disfrutar de su manera de contarla.

Creo necesario acercarme a esta película como a uno de aquellas fábulas clásicas, donde todo se retorcía un poco para poder transmitir la lección pertinente. La diferencia radicaría en que aquellos cuentos, teóricamente, servían para formar mentes jóvenes e inocentes; y, claro está, una obra como la que nos ocupa, teóricamente, ha sido concebida para mentes algo más "hechas"; si no, se correría el riesgo de caer en interpretaciones catastrofistas acerca de la ideología política oculta tras el celuloide.

Yo, personalmente, prefiero disfrutarla como una fantasía que toma como excusa unos hechos acaecidos hace tantos años que la historia se podría haber reescrito mil veces sin siquiera habernos enterado, para retratar algunas de las batallas cinematográficas narradas con el mejor e más intenso pulso narrativo, dotadas de un ritmo frenético y de una fuerza visual y musical tremendamente poética; acunados por un meticuloso trabajo de edición y una posterior manipulación digital en la fase de postproducción, con elementos con personalidad propia, como la sangre que baña cada uno de los encuadres con desgarradora textura pictórica.

En definitiva, una obra más a añadir a ese baúl de arte de riesgo donde se van acumulando películas como Immortal Ad Vitam de Enki Bilal, Sin City de Robert Rodriguez, Sky Captain de Neema Barnette, entre las recientes; o, mirando al pasado, clásicos como Furia de Titanes de Desmond Davis, Jasón y los Argonautas de Don Chaffey; o también Una invención diabólica y Baron Prásil de Karel Zeman, entre muchas otras.

En esencia la propuesta estética de una película como 300, por revolucionaria que parezca, no dista tanto del espíritu de aquellos clásicos. Todas son pequeñas obras de artesanía visual; separadas, únicamente, por el tiempo y la tecnología utilizada para crearlas. Todas ellas obras modernas mientras sigamos recordándolas.


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