publicado el 16 de mayo de 2007
Lluís Rueda | Contemplando algunos pasajes de Shunshine, la incursión en la Ciencia Ficción del relizador Danny Boyle, uno, irremisiblemente, recupera del pasado un filme tan olvidado como Naves Silenciosas (Silent Running, 1972) de Douglas Trumbull. Como aquel relato acerca de la soledad, el aislamiento y la inmensidad interpretado por un magnífico Bruce Dern, Sunshine busca una trascendentalidad más allá de la odisea espacial, una comunión entre el hombre y el insondable universo.
Acaso la diferencia entre ambos filmes, es que en la película de Trumbull ese prurito cosmogónico se reducía, o minimizaba, a un individuo endiosado a causa de su aislamiento (como el protagonista de la novela Soy Leyenda de Richard Matheson) y por contra, en el filme de Boyle, los personajes vagan como corderitos en busca de un vínculo existencial 'new age' que justifique sus actos, magnificándolos en una suerte de mantra solar de baja estofa.
No hay nada más indigesto para un filme con formato, estética y progresión deudora de una space opera, incluso en el caso que guarde un trasfondo adulto y complejo, como Alien o el Solaris de Steven Soderberg, que revestirlo de un discurso tan vacío espiritualmente como pretencioso filosóficamente.
No hay nada más indigesto para un filme con formato, estética y progresión deudora de una space opera, incluso en el caso que guarde un trasfondo adulto
y complejo, como Alien o el Solaris de Steven Soderberg, que revestirlo de un discurso tan vacío espiritualmente como pretencioso filosóficamente. A resultas del empecinamiento de Boyle por emular al más complejo y brillante Stanley Kubrick, el de 2001: Una odisea del espacio (1968), la renuncia a todo lo bueno que apunta la cinta, procura que su estimable planteamiento argumental salte por los aires, hecho añicos, en el afán por construir un salmo onanista de proporciones cósmicas. Todo cuanto Boyle convierte en perorata fílmica pseudoreligiosa hacia el desenlace de la cinta, ya está convenientemente sugerido en el primer tramo del filme, por lo demás, mucho más brillante e interesante por su concición de relato de suspense trufado con los mecanismos de un buen filme de aventuras. Obviamente en este tipo de productos cabe salvar las limitaciones genéricas, y tanto podemos hablar de Jonh Carpenter, como de Howard Hawks o Raoul Walsh sin ruborizarnos. Sunshine nos invita a la interpretación en clave psicológica de una aventura coral, a un encierro involuntario con un desconocido peligro que acecha en el exterior. Permítanme un juego comparativo algo tendencioso: ¿le hubiera ido mejor a Danny Boyle en esta aventura cósmica si hubiera tomado como referencia un filme de la talla de Master and Comander antes que, por ejemplo, fijar sus espectativas en Solaris (1972) de Andrei Tarkovski o la antes citada 2001: Una odisea del espacio?
No debemos perder de vista que la reformulación a partir de cierto clasicismo es un buen ejercicio de humildad para todo buen artesano. Buen ejemplo de ello es la estimable Atmósfera cero (Outland, 1980) de Peter Hyams, película que bucea en terrenos comúnes al western, concretamente reformulando en clave espacial la cinta de Fred Zinneman Solo ante el peligro (High Noon, 1952).
Sunshine nos propone el periplo de una tripulación destinada a activar un sol que se apaga, como se podría haber buscado otra excusa, la finalidad o "McGuffin" tanto da; la cinta pretente, ante todo, jugar con la claustrofobia, con los conflictos humanos amplificados en la inmensidad de una nave y en buena medida lo logra. Pero no es esa su única finalidad, el último objetivo de Boyle es demostrar a público y crítica que puede crear un artefacto capaz de hibridar el poso lovecraftiano de Horizonte Final (Event Horizont, 1997) de Paul W. S. Anderson y la metafísica elegante de Misión a Marte (Mission to Mars, 2000) de Brian De Palma sin salir indemne de un batacazo.
¿A alguien se le escapa que Boyle ha intentado con su filme reformular el mayestático discurso de Moby Dyck? El hombre mirando a Dios cara a cara, desafiándole... Bueno, no hecharemos mas leña al fuego para avivar la egolatría del realizador de A tumba abierta.
La cinta, de indiscutible brillantez en la parcela de diseño de producción, acumula en su tramo de inicio momentos poderosos, como esa depalmiana misión para reparar el escudo o, en un aspecto global, el riguroso tratamiento de la personalidad de la tripulación. El director de Trainspotting demostró con 28 días después que sabe acercarse al cine de género con particular audacia, en parte gracias a su contrastada libertad creativa. Pero si en aquel terrorífico filme de zombis supo elaborar una brillante metáfora social en la órbita de su habitual discurso contestario (y en eso Boyle puede ser muy punk), en esta ocasión, ha creído conveniente coquetear con un elaborado plan 'secular'. Dicho plan, que en su día precipitó en los sinsabores narrativos de La Playa (The Beach, 2000) -una suerte de Tabú para beganos-, hoy pretende evangelizar desde una actitud religiosa, muy orgánica, que engulle el aroma a las aventuras de siempre: las que acompañaron a los hombres por mar, tierra, aire o la negrura del espacio. ¿A alguien se le escapa que Boyle ha intentado con su filme reformular el mayestático discurso de Moby Dyck? El hombre mirando a Dios cara a cara, desafiándole... Bueno, no hecharemos mas leña al fuego para avivar la egolatría del realizador de A tumba abierta.
Siempre nos quedará la duda de si Boyle prometió a sus productores un nuevo Armageddon (1998) de 6,7 millones de euros y se gastó buena parte en de ello en plafones de rayos uva. En el fondo el resultado reafirma mi teoría, Sunshine es tan punk como su creador, lástima que su meritoria puesta en escena acabe en un sofocante exposición de teosofía y chamanismo que insiste en abrasar el cerebro del espectador. En todo caso, el filme es recomendable para aquellos que creen, a pies juntillas, que Alien es producto de un estado alterado de conciencia y para los que admiran los montajes superlativos e inflamados en filmes que denostan la acción: vaya, un contrasentido más.