publicado el 30 de julio de 2007
Pau Roig | Detrás del absurdo título español que intenta emparentar el filme con Amanecer de los muertos (Dawn of the dead, Zack Snyder, 2004) se esconde una torpe, muy torpe, continuación de House of the dead, filme dirigido por Uwe Boll en el 2003 de ingrato recuerdo para todos los aficionados al cine de terror, inspirada igual que aquél en el videojuego comercializado por primera vez en 1988 por Sega Corporation y Wow Entertainment.
El director Michael Hurst [1] y el guionista Mark A. Altman proponen en Amanecer de los zombies una historia nueva sin ninguna relación con el primer título de la serie, aunque con resultados igual e invariablemente mediocres, casi un insulto a la inteligencia del espectador medio. En un arrebato de originalidad, la trama sigue casi paso por paso el desarrollo de otra película de similares características y también inspirada en un un videojuego –Resident evil (Id., Paul W. S. Anderson, 1992)–, con un grupo de soldados obligados a infiltrarse un campus universitario plagado de muertos vivientes en busca de un posible antídoto para la plaga. Hurst copia de aquí y de allá y toma elementos de diversos filmes anteriores de similares características con toda la desfachatez imaginable, incapaz de ir más allá de los tics más manidos de las películas de zombies de tercera división, más cerca, también estéticamente, de cualquier filme de acción reaccionaria de serie Z que del cine de terror propiamente dicho. Las peripecias de los protagonistas, que deben obtener una muestra de sangre de algún zombie de primera generación para determinar el foco de la infección, resultan como mínimo absurdas, y las escenas de acción y de terror más o menos sangriento (obra de Christopher Burdett, Robert Hall y Jason Collins) aparecen yuxyapuestas sin más, esto es, sin ninguna relación de causa-efecto entre ellas, aderezadas encima con notas de humor grotescas y fuera de lugar, entre las que se llevan la palma las protagonizadas por uno de los soldados, quién se dedica a fotografiarse junto a los muertos vivientes como si fueran piezas de caza, si son chicas jóvenes y ligeras de ropa, mejor. El punto de partida de la trama, de hecho, ya no tiene desperdicio: la brutal plaga de muertos vivientes tiene su origen en los enloquecidos experimentos realizados por uno de los profesores de la universidad a partir de la sangre infectada de su propia hija, obsesionado en descubrir un suero capaz de revivir a los muertos.