publicado el 28 de octubre de 2007
"La ciencia y la genialidad combinadas no conocen nada capaz de frenar su poder". Esta sentencia tan grandilocuente y, a la par, tan insustancial es enunciada con grotesca impostura por Alex Zorka (Bela Lugosi) en un pasaje del serial 'The Phantom Creeps' [1]. La producción, dirigida por Ford Beebe y Saul A. Goodking en 1939 para los estudios Universal, tuvo una popularidad discreta debido a que su mezcla de ciencia ficción y filme conspirativo, resultó excesivamente naïf y reiterativa para un público ávido de nuevas historias.
Lluís Rueda | Ideado a la manera de los filmes protagonizados por el Doctor Mabuse a cargo de Fritz Lang, el serial The Phantom Creeps, no solo resultó un punto anacrónico sino que, en absoluto, se vio beneficiado por un discurso excesivamente plano y un envoltorio de escaso atractivo –harto desaguisado resulta su diseño de producción-; por otro lado, tampoco aportaba nada destacable el guión bajo mínimos firmado por George H. Plymton a partir de una historia de Willis Cooper.
El realizador Ford Beebe participó como director en otros seriales de éxito como Flash Gordon's Trip to Mars (1938) junto a Robert Hill y formando tandem con Ray Taylor en Flash Gordon Conquers The Universe. De la mano de Saul A. Goodking, codirector en The Phamtom Creeps, Ford Beebe también realizó el serial Buck Rogers (1939) interpretado por Buster Crabbe –de escaso éxito si lo comparamos con las populares aventuras del espacio interpretadoas por el rubio Flash (también encarnado por el nadador Crabbe) salido de la pluma de Alex Raymond-. El serial de Buck Rogers englobó un total de dos entregas: Buck Rogers Conquers the Universe y Buck Rogers: Destination Saturn.
Ford Beebe tuvo una carrera como realizador para cine y televisión muy prolífica que se alargó durante décadas y sumó más de doscientos títulos, siempre adscrito a filmes independientes o a presupuestos modestos, el realizador puso fin a su carrera en 1969 con el filme de aventuras Joniko and the Kush Ta Ta Tal, telefilme que también fue estrenado con el título menos exótico de Alaska Boy.
The Phantom Creeps tiene un punto de partida argumental que incide en la paranoia conspirativa, un tema muy recurrente en el fantastique norteamericano que llegará a su cenit en la época de la guerra fría, pero que a pesar de lo que pueda parecer siempre estuvo presente de una manera u otra dada la particular idiosincrasia de Estados Unidos
Centrándonos en los seriales, bueno sería recordar, tal y como apuntábamos en el artículo dedicado a Flash Gordon, que la política de seriales de los estudios Universal se basaba en trabajar a destajo en un corto periodo de tiempo –por lo general los rodajes no superaban las dos semanas de grabación- y en rentabilizar al máximo presupuestos muy modestos, de ahí que varias producciones coincidieran en un mismo año.
The Phantom Creeps tiene un punto de partida argumental que incide en la paranoia conspirativa, un tema muy recurrente en el 'fantastique' norteamericano que llegará a su cenit en la época de la guerra fría, pero que a pesar de lo que pueda parecer siempre estuvo presente de una manera u otra dada la particular idiosincrasia de Estados Unidos, un país que a lo largo de su historia ha mirado con resquemor a sus vecinos, bien se tratase de 'maquiavélicos' asiáticos, 'exóticos' europeos o 'revolucionarios' sudamericanos. A resultas de esta particularidad resultó bien fácil construir un thriller, por otro lado harto predecible, a partir de la figura de un 'Mad Doctor' amoral, como pudo haberlo sido recurrir a la figura de Fu Manchú o del aristocrático conde Zaroff. En el caso de el Dr. Zorka (Bela Lugosi), protagonista del serial dirigido por Ford Beebe, cabe señalar que su maldad proviene de una traviesa egomanía –tan endeble como la de un niño- que le arrastra a dominar el mundo para demostrar el poder de su intelecto, una modalidad de villano que si bien se aleja del sadismo del gatuno Fu Manchú, tiene algo de este y mucho del engreído Victor Frankestein. Visto así, en The Phantom Creeps, no hay más coartada argumental que las ansias de poder del científico en nombre de la ciencia, algo, repito, en armonía con el odio irracional a la humanidad de la que hace gala el mítico personaje de Sax Rohmer.
Alex Zorka, el científico de marras, es un personaje de nula progresión dramática, eso si descontamos el revés anímico que se intuye en la cómica-trágica secuencia de muerte de su esposa Anne Zorka, más un resorte para justificar su locura que un punto de inflexión creíble. El actor húngaro en su papel de científico resulta falto de ironía pero, inopinadamente, acaba por resultar simpático gracias al sorprendente patetismo de que hace gala a través de su rostro céreo y su pose afectada. Compungido, histriónico y pintoresco serían algunos de los adjetivos que podrían perfilar los rasgos artísticos de un actor añejo en horas bajas y muy cerca de su etapa 'trash' de la mano de Ed Wood Jr. Véase la escena antes citada de la muerte de Anne Zorka, todo un dechado interpretativo de Lugosi que como cliché valdría para cualquier registro interpretativo, en este caso particular, ¿alguien cree que el actor húngaro a aquellas alturas de su carrera era capaz de componer otro personaje que no fuera el de su querido Drácula?
Algo se apunta de ese surrealismo feísta que más tarde acabará por engullir a Lugosi en ciertas secuencias de este olvidado serial sci-fi que tratamos, en él se apunta un paso certero e inconsciente hacia las ciénagas del bizarre pop que, más tarde, en manos del autor de Glen or Glenda provocará que el popular actor entre en la historia del cine por la puerta de atrás de un decorado de cartón (algo que supo recoger con atino y singular poesía Tim Burton en Ed Wood.
Las aventuras fílmicas del científico Zorka, basadas en una historia escrita por Willis Cooper [2], porfían su mayor atractivo a una serie de gadgets y efectos especiales que –al igual que sus improvisados elementos de dirección artística- provienen del footage acumulado de los viejos filmes y seriales de la productora Universal. The Phantom Creeps recupera para la ocasión cachivaches del laboratorio del Doctor Frankestein (James Whale, 1932) y sus posteriores secuelas, así como parte de la imaginería cósmica –irresistiblemente pop- de la cacharrería 'kitsch' de Flash Gordon. En ese último extremo, las desventuras de Zorka están convenientemente endulzadas con términos raymondianos como animación suspendida, enómetro o desvisualizador.
El Dr. Zorka es acompañado en sus fechorías por un apocado ayudante, Monk, y por un gigantesco robot de hierro que en la década de 1990 sirvió como reclamo iconográfico en libretos para CD y, como no, bizarra presencia escenográfica en el particular universo del frontman del metal y realizador Rob Zombie, todo un experto en estas lides del fantastique serie Z. En cuanto a Monk, el inestable ayudante de Zorka, cabe señalar que está interpretado por Jack C. Smith, un actor de reparto de los estudios que trabajó en obras menores y que los más avezados recordarán en The Mummy's Gosth (1944).
La política de reciclaje a la que hacíamos mención, más allá de centrarse en aspectos puntuales del decorado, llevó al realizador a recuperar secuencias aéreas del serial de Flash Gordon e incluso, con cierto descaro, a recurrir a imágenes de fondo de archivo de documentales bélicos. Véase el episodio en que un Zorka enloquecido lanza bombas desde una avioneta hasta el punto de devastar ciudades, navíos del ejército o el mismísimo 'zeepeling' Hindenburg, simpar plano que en ese contexto conforma uno de los instantes más delirantes que uno recuerda en la gran pantalla. Es tal el punto de delirio de esa secuencia que los villanos Monk y Zorka, en su avioneta, recuerdan con enorme precisión a dos de los cartoonianos vástagos de Hanna-Barbera más populares de la pequeña pantalla: me refiero a los Pierre y Patán de El escuadrón diabólico.
Pueden hacerse una idea de lo que significa esta práctica común en la política de estudios, me refiero a la de recuperar material de archivo, si se esfuerzan en imaginar por un instante que alguien utilizara imágenes reales de la caída de las Torres Gemelas de Nueva York en llamas –por citar un ejemplo bien popular- para un filme de serie Z; la desvergüenza sería absoluta en términos morales pero, artísticamente, el resultado sería irreprochable. Con todo, uno maneja la sensación al enfrentarse a un serial como The Phantom Creeps, de que muchas de las soluciones de guión están adaptadas a ese material de deshecho que alguien oportunamente colocó encima de la mesa de trabajo del equipo de producción.
Dejando a un lado las particularidades de su, en definitiva, inocuo guión y unos resultados artísticos pírricos, The Phantom Creeps resulta, visto hoy día, un interesante divertimento que el seguidor del fantastique más desacomplejado puede degustar en clave de comedia de género
En otro orden de cosas, volviendo a la materia argumental, cabe señalar que Zorka y Monk, villanos de vocación y cínicos por estética, encuentran su natural antagonismo en la figura de un científico honesto y un joven policía. El Dr. Mallory, científico cabal y ex compañero de Zorka, está interpretado por Edwin Stanley y detrás del apuesto agente de la ley encontramos al actor-galán Robert Kent. Kent, años más tarde será el protagonista de The Phantom Rider (1946) génesis en clave western de lo que en el futuro se convertirá en el aclamado cómic El motorista fantasma, a su vez, futuro material de partida para el filme rodado en el 2007 por Mark Steven Johnson, una cinta que por cierto no pierde detalle de los orígenes reales del motero del infierno. Robert Kent además protagonizó thrillers interesantes como Shoot to Hill (1947) de William Berke o Dragnet (1947) de Leslie Goodwins así como cintas de aventuras de modesto presupuesto como Jungla Flight (1947) de Sam Newfield. Otra presencia a destacar en The Phantoms Creeps es la de la rubia actriz Dorothy Arnold en el papel de la intrépida periodista Jean Drew, a la sazón un activo muy importante para el desenlace del serial. Una de las cosas más sorprendentes del papel de Dorothy Arnold es su independencia e integridad como mujer, ¿un sesgo casual?, el caso es que el guión, por extraño que parezca, da un trato digno a su personaje y la inhibe de la tópica historia de amor imprescindible en estos productos: les puedo adelantar que no hay beso final.
Dejando a un lado las particularidades de su, en definitiva, inocuo guión y unos resultados artísticos pírricos, The Phantom Creeps resulta, visto hoy día, un interesante divertimento que el seguidor del fantastique más desacomplejado puede degustar en clave de comedia de género. Si bien queda lejos de la intención inicial, otras claves para disfrutar de este serial se hallan en su naturelaza ingenua y en su entrañable desvergüenza. Una desvergüenza alimentada por gadgets 'todo a cien' como esa araña de plástico que en contacto con un dispositivo en forma de disco provoca que la víctima entre en un estado de animación suspendida, el cinturón desvisualizador o la pistola de rayos Z, así como un sinfín de situaciones de lo más descacharrantes; véase ese pasaje en el que Monk disfrazado con un bigotillo está a punto de engañar a sus enemigos y perseguidores, uno no da crédito a la infantil carcajada que provoca una escena tan estúpida. El serial, de la mano de los realizadores Ford Beebe y Saul A. Godking, es una sacudida lisérgica para el espectador que aborda terrenos tan pantanosos como el cine de espías y el thriller, todo ello con enormes dosis de irresponsabilidad creativa (o habilidad de entrañable farsante); véase ese cuartel de espías bajo la tapadera de la escuela internacional de idiomas, casi un calco de la organización T.I.A. imaginada por el gran dibujante Ibáñez. Resulta tan casposo todo lo acontecido en esas oficinas que uno diría que entre juego de máscara con gomilla y frase grandilocuente de Zorka-Lugosi, en cualquier instante pudiere aparecer el Doctor Bacterio.
Desde luego, no se trata de abrir a estas alturas de la película un debate acerca de la validez de estos productos que sonrojan al crítico más implacable y pueden ser venerados por los, por otro lado, desinhibidos fans de lo grotesco. Acaso el punto de interpretación que merece The Phantom Creeps se halle en una ponderada simbiosis entre ambos discursos, por un lado asumir que su merito artístico es nulo, de una alarmante pobreza, y por otro, y aquí el cinismo del espectador se revela, al fin, liberando al individuo de imperativos estéticos, reírse a mandíbula batiente con un material que quiso hibridar esos referentes de Frankestein, Mabuse y Flash Gordon y acabó por resultar una chirigota de autor difícil de repetir, imposible de imitar: acaso estamos ante la máxima aspiración de un artista surrealista convertida en serial.
Para la posteridad de la serie Z quedará el imaginativo McGuffin que activa toda la trama de The Phantom Creeps: una caja de madera que supuestamente contiene la extraña aleación de un meteorito de enorme poder destructivo. Un punto de partida para nada desdeñable si tenemos a bien situaciones tan delirantes como aquella en que Zorka y Monk deciden abandonar su laboratorio clandestino para alquilar una oficina cerca del departamento de inteligencia militar (sic). La oficina en cuestión resulta ser el cuartel de una organización de espías internacionales y con la idea de pasar desapercibido Zorka idea cambiar su identidad por una más 'discreta', decide cambiar su nombre por el de Dr. Z, como si nadie hubiera visto su rostro en ningún episodio.
Sirva este apunte, digno de la más deslavazada sit-com para poner de manifiesto como se las gastaba en sus guiones el, ya definitivamente, dadaísta George H. Plymton. Este singular circo de matinée, tan adictivo como uno quiera permitírselo, además de proyectarse por entregas -concretamente 12 capítulos- conoció una versión cinematográfica reducida [3] que acaso resulta más incoherente y atropellada si cabe.
Capítulos de The Phantom Creeps
1. The Menacing Power
2. Death Stalks the Highways
3. Crashing Towers
4. Invisible Terror
5. Thundering Rails
6. The Iron Monster
7. The Menacing Mist
8. Trapped in the Flames
9. Speeding Doom
10. Phantom Footprints
11. The Blast
12. To Destroy the World