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publicado el 16 de diciembre de 2008

Encuentros en el tercer McDonald’s

Lluís Rueda | Hay revisitaciones en el negocio del cine que son francamente prescindibles, remakes que emponzoñan una iconografía pretérita, o bien productos que no acaban de encajar en los tiempos que corren. Un poco de todas estas reflexiones y algunas más que alcanzaremos a apuntar conforman el listado de deméritos de esta versión 2008 de ‘Ultimátum a la tierra’. Obligados a hablar del original dirigido por Robert Wise, Ultimátum a la Tierra ( The day the earth stood still, 1951), cabe señalar que aquel clásico de la ciencia ficción era un producto en total sintonía con la imperante escalada militar del planeta, algo que coincidiría de pleno con el inicio de la guerra fría y la era nuclear. El filme de R. Wise era canónico al respecto, como también lo fueron los clásicos, La guerra de los mundos (War of the worlds, 1952) de George Pal o La humanidad en peligro (Them!, 1954) e incluso la desconocida pieza sci-fi Venidos del espacio (It came from outer space, 1953) del gran Jack Arnold. En esta nueva versión de Ultimátum de la tierra queda a consideración del público el pecado capital de la humanidad que hace que unos extraterrestres intangibles intenten destruir la tierra mediante unos mecanismos harto sofisticados y, me perdonarán, tan poco cinematográficos. A años luz de la excelente adaptación de la novela de H. G. Wells La guerra de los mundos dirigida por Steven Spielberg hace apenas un par de años, e incluso de la extravagante El incidente de M. N. Shyamalan con venganza del ecosistema incluida –que tanto podría ser de origen extraterrestre como patógena interna-, podríamos decir que este filme de Scott Derrickson anda más cerca de una versión descafeinada y recatada de Starman (Id., 1984) de John Carpenter que de cualquier otra cosa –si es que la comparativa no resulta ya de inicio odiosa-. Ultimátum a la tierra 2008 resulta inocente, críptica, lenta y desfasada en el mensaje. Lo detallaremos de otro modo: el cine fantástico siempre moldea su discurso adaptándose a los tiempos que corren, si convenimos que Monstruoso o La niebla de Stephen King son productos plenamente nihilistas que obedecen a una época de ausencia de valores y objetivos, cuesta entender que alguien se saque de la manga unos extraterrestres chantajistas que practican un intervencionismo dubitativo, selectivo y peregrino, cuando lo normal, puestos a utilizar la ley del talión es que nos fundieran como el queso sin premisas, como apunta la versión canalla de Tim Burton respecto a una posible invasión alienígena, nos referimos a Mars Attack, claro.

Más cerca del Bowie de The man who soul the earth de Nicholas Roeg, por su extraña melancolía abstracta que de cualquier otro referente, el alienígena bueno interpretado por Keanu Reeves concentra en sus pesquisas una atención casi inexistente pues no podemos entender su misión, su implicación con los humanos y menos su poder para resolver el gran conflicto que ha de acabar con la raza humana, la trama y el desenlace de este filme son arbitrarios, de un zen esperpéntico. Acaso la función se anima un tanto cuando una gigantesca versión del robot Gort aparece en escena, una versión sofistica, pero retro, que llega a inquietar más que metros y metros de metraje en el que el aprendizaje de los valores familiares hacen del alienígena Reeves casi un ‘ONG’ global en un cuerpo humano que va de aquí allá en busca de no se sabe que convencimiento –además acompañado por un niño insoportable interpretado por Jaden Smith (sí, hijo de Will Smith).
Los efectos especiales de mérito, claro está, son los preciosos ojos de Jennifer Connelly y el cameo de lujo el de un portentoso John Clease en un papel desaprovechado .-el de premio Nóbel de ciencia- (poca broma, este tipo y un par de amigos inventaron el SPAM). Lo cierto es que los más avispados habrán visto en Ultimátum a la Tierra casi un plagio de guión parcial que concierne al comienzo de otro filme de Robert Wise -posterior a su Ultimátum a la tierra- tan espléndido como La amenaza Andrómeda (1971): me refiero a esa idea de ir reclutando a científicos para luchar contra la amenaza alienígena y desplazarlos en helicóptero hasta una base militar hermética.
Al margen de estos contravalores, Ultimátum a la tierra 2008 tiene una secuencia que da que pensar, acaso por que es la que más recuerda a la citada película de Nicholas Roeg protagonizada por el alien ‘Bowie’ (El hombre que cayó a la tierra). Nos referimos al singular encuentro entre el alien protagonista y un anciano de origen asiático en un McDonalds. Este último no es si no otro alien que lleva infiltrado en la humanidad hace setentaicinco años, se entiende que sus conocimientos y capacidad de influencia deberían llevarle más allá de un establecimiento de fast food –se me ocurre la Casa Blanca-, pero por lo visto hasta las inteligencias extraterrenas acaban claudicando a la crisis y engrosando las listas del paro. Me quedo con este apunte gracioso, ese encuentro en el tercer McDonald’s en el que no vemos ningún puré de patata con forma de montaña, quizá la nave nodriza que acabe con nosotros sea cien por cien de vacuno. Por cierto, aún me ronda esa idea de guión en que Obama es un extraterrestre, eso sí sería una película interesante….


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