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publicado el 11 de enero de 2009

Los archivos judiciales como inspiración cinematográfica

Blanca Vázquez | Sucedió una noche (1934), es un admirado clásico de Frank Capra que obtuvo 5 Oscar, entre ellos el de Mejor Película. Clint Eastwood nos da un respiro hacia el final de la dura trama de su película número 28 como realizador, con un leve guiño sobre dicha cinta de Capra, intuyendo, tal vez, que alguna estatuilla le va a caer al equipo que ha contribuido en la construcción del actual estreno (que no el último) de Eastwood. Hablo de Chalenging , (El intercambio), con una sorprendente Angelina Jolie en pura explosión de gracia carismática e interpretativa.

La que se estrenó en Cannes 2008 (Premio especial de la 61 Edición) como The Exchange, a la cual finalmente la productora optó por dejar el primigenio título de Changeling, es una amalgama entre film-denuncia, estudio sobre el comportamiento de ciertas instituciones norteamericanas, thriller policíaco, intenso melodrama, incluidos algunos toques de gótico (inevitable resulta cierta comparación asociativa en varias escenas, entre ellas la del ahorcamiento, con Sangre fría(1967, Richard Brooks) y basada, para mayor credibilidad antropológica, en hechos reales descubiertos a través de archivos judiciales que iban a ser destruidos, y acontecidos en Los Angeles justo antes de la gran depresión de los años treinta. Es curioso que sumergidos hoy en una crisis económica mundial el cine vuelva la vista atrás, al igual que ocurre con la comedia Un gran día para ellas(Bharat Nalluri), observando la anterior gran depresión para, quizá, no olvidar que con las grandes hecatombes económicas se hacen añicos también los derechos básicos del ser humano. Y justo es decirlo, los grandes perdedores son los más débiles, las mujeres y los niños.

Y no obstante El intercambio habla de la inmensa fuerza de una mujer, Christine Collins/Angelina Jolie, que lucha contra algo casi impensable en la época, la policía angelina y todos los organismos que amamantaba: médicos psiquiatras, alcaldes y políticos, mafiosos, prensa...excepto uno, al menos en la la situación que nos ocupa, el pastoral con el que el personaje de Gustav Briegleb (John Malkovich), lucha para poner en jaque a la gran corruptela que amasan dichos instrumentos institucionales que reverenciaban al Departamento.
No es la primera vez que el cine insista y exponga una reflexión, una mirada con ceño fruncido sobre la actuación de la Policía de Los Angeles. Como en otros momentos se centró en el Chicago mafioso, o el desarrollo de las mafias italoamericanas posteriores de otras grandes urbes. Clint Eastwood en su extensa filmografía, y con un prestigio que ya nadie le discute, ha oscilado entre patrioteros filmes de policías templados con la ley en sus 'collons', acorde con sus simpatías republicanas, y denuncias nada ambiguas de la corrupción que anida entre agentes de todo rango, lo que le granjea buenas dosis de contradicción, propia de los que saben mirar por todos los resquicios. Él mismo ha interpretado como actor las dos caras del policía, especialmente de perdedores outsiders, algo que sabe retratar con muchos matices, sin haber olvidado, tampoco, el prisma femenino. Raro, diría más de uno, en un tipo duro y sucio como Harry.

Con un estilo absolutamente clásico, imitando al cine hecho en la época de los hechos contados, con los evidentes adelantos técnicos, la propuesta de Eastwood gustará a la Academia de Hollywood, no cabe duda. Lo que no quiere decir que no guste al espectador cinéfilo, pero aún siendo un afluente del estilo melodramático y estético de Mystic River (azules grisáceos, filmación en interiores con profusión de sombras), no consigue la grandeza de éste quizá por las gruesas pinceladas de producción tan americana. La Jolie de rasgos excesivos aparece aquí componiendo un personaje muy trabajado en su estado de ánimo, que se alza en heroína de los derechos ninguneados de aquellas mujeres que venían justo de conseguir su derecho al voto, en una época en la que eran ingresadas, sin miramientos por resultar molestas para la mafia estatal, en un psiquiátrico bajo un extraño código (12). Probablemente los guionistas y productores han compuesto muy libremente un personaje descubierto en las crónicas de entonces: Christine es una buena trabajadora, eficaz y con cierto estatus en la compañía telefónica de la ciudad. Madre soltera de un niño (Walter) de nueve años, un día, por motivos laborales, tiene que dejar al chico solo en casa durante unas horas. A la vuelta descubre que su hijo ha desaparecido. A partir de ese momento, marzo de 1928, empezará una odisea casi increíble vista desde nuestra comodidad y recursos de sociedad contemporánea, la sustitución por parte de la policía del hijo de Christine por un niño vagabundo, con el fin de acallar las voces que se alzan, especialmente la del pastor Briegleb, contra la ineficacia de la policía en la investigación del niño desaparecido. La lucha de esta mujer frente a tanta mentira y manipulación, y los resortes, tanto lingüísticos como forzados (su ingreso temporal en un psiquiátrico) contra los que tiene que luchar para que la opinión pública la crea, son el centro de este intenso drama-denuncia. Angelina/Christine presenta un determinado matiz embriagadoramente teatral desde el punto de vista estético, (casi diríamos que muestra un maquillaje tatuado), que la aleja del naturalismo de una madre doliente. Intuyo que es otro guiño gótico muy a lo Fellini del realizador estadounidense.

Les apuesto, queridos lectores, que la Jolie ya puede hacer sitio en sus limousines para colocar el próximo Oscar, y tal vez dejar un espacio para el de su estupendo maridito, pues ambos han sembrado un año de buenos trabajos.

Lo dicho, hagan sitio en su agenda para ver El Intercambio de Clint Eastwood, es cine de buenas hechuras, como va siendo habitual en la carrera de este realizador.


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