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publicado el 11 de enero de 2009

Apagones lumínicos

Lluís Rueda | Nadie se temía un producto para los más pequeños tan manido, insustancial y aburrido como City of Ember, más atendiendo a la premisa de que Monster House (2006), la anterior película de Gil Kenan, era una auténtica delicia que un servidor degustó rodeado de centenares de pequeños –como ha de ser con un producto de esas características-. El filme, producido por Tom Hanks, es la adapatación de la novela juvenil 'Ciudad de la oscuridad' de Jeanne DuPrau, un material literario muy sugerente que ha permitido desarrollar un diseño de producción muy ambicioso. En mi opinión, el tono de City of Ember, muy disperso o quizá ambicioso, ni atraerá a los adultos ni entretendrá a los niños. Gil Kenan ha creado un mastodóntico y caro parque temático de brillante imaginería que no carece de interés con intermitencia, pero se sustenta en un hilo narrativo estirado, renuente y predecible. No es este un buen filme de aventuras fantásticas, ni podrá competir con la truculencia, genialidad infográfica e incluso fastuosidad de decorados de, pongamos, cualquier entrega de la saga de Harry Potter; todo y reconocer que esa idea de ciudad artificial –en la que la electricidad lo es todo- rodeada de una zona prohibida es interesante en su planteamiento, luego, me perdonarán, la idea se resquebraja y un tópico guión impera. Mal haríamos en condensar nuestra buena fe como espectadores únicamente en un excelente trabajo de diseño de producción. El planteamiento de City of Ember podría haber sido un tanto más interesante si se hubieran desarrollado con naturalidad sus pespuntes más siniestros y terroríficos, desde un tiempo a esta parte parece que exista cierto pavor a mostrar la crueldad en las películas infantiles, craso error: hasta Walt Disney sabía que el mejor cuento es aquel que tiene un villano a la altura, si no recuerden la madrastra de Blancanieves y los siete enanitos (Snow White and the Seven Dwarfs, 1938).

Algo de esa truculencia se ha perdido en el transcurso del cine infantil de las dos últimas décadas, productos como la simpar Los Gonnies (The Gonnies, 1985) serían ahora impensables, políticamente incorrectos: los adultos que confeccionan cine para niños, películas ideadas para las fechas navideñas, deberían hacer un esfuerzo y recordar qué demandaban cuando aún llevaban pantalones cortos y no tenían barba que recortar; a buen seguro algo mucho más vibrante, peligroso y menos naïf que este City of Ember que jamás competirá en blancura ni en emotividad con productos como, por ejemplo, Las crónicas de Narnia: Principe Caspian (The Chronicles of Narnia: Prince Caspian, 2008) de Adam Andrews ni captará la atención de un público pre-púber que repetirá Crepúsculo Twilight (2008)de Catherine Hardwicke tantas veces sea necesario antes de ir a ver un filme de fantasía que parece un remedo de cosas ya vistas.

City of Ember fue el título de clausura del 'Festival de Cine Fantástico, Sitges 2008', una elección un tanto arriesgada dada la naturaleza de la película, quizá los nombres de Bill Murray, Tim Robins y Martin Landau tengan un peso específico tan grande que no importa que sus papeles en el filme sean meramente anecdóticos. Con todo, es este un filme de pobre imaginería y torpe desarrollo que traslada cierta estética dickensiana a una ciudad en el confín de la nada, una urbe que depende de un generador maltrecho y que está gobernada por un sátrapa amanerado (Murray). Solo con estirar de la estética sucia e inquietante del decadente Londres de Dickens y colocar un poco de pimienta para hacer sufrir a sus personajes infantiles la cosa hubiera mejorado, en cambio todo queda en un bostezo largo y endulzado como una nube de azúcar del tamaño de un zeppelin.

Que desazón, desde Una serie de catastróficas desdichas de Lemony Sniket (Lemony Snicket's A series of unfortunate events, 2004) de Brad Sinberling, no he visto una película infantil que sacie el niño que llevo dentro, y les aseguro que este humilde cronista no era un niño tan raro como aparenta. Ya no hay navidades con Gremlis dando vueltas en la batidora, un necio con corbata debió dejar por escrito que algún inocente niño podría hacer lo mismo con su caniche. Pues eso, hasta que no tengamos otro cambio generacional, o dos, más vale apagar la luz; este consejo no tiene nada que ver con la manida crisis, o sí…


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