publicado el 18 de mayo de 2009
Marta Torres | El cine hizo a los X-Men a imagen y semejanza del universo 'hi-tech' que tanto gusta al espectador medio estadounidense: atmósfera gélida, muchos efectos especiales, una puesta en escena muy cuidada y un acabado tan brillante que huele a antiséptico. De la adaptación se resintió un personaje que se amolda más a los ambientes turbios de una taberna portuaria que a los escenarios de quirófano de la academia del profesor Xavier y sus domesticados alumnos aprendices de mutante.
Lobezno -aunque más aprovechado en la primera entrega de la saga de X-Men que en las posteriores-, había perdido sus garras y demandaba a gritos una película hecha a la medida de sus camisetas imperio y sus ademanes de hombre salvaje. Hugh Jackman, el actor que le interpreta y fan incondicional del personaje, se puso a ello como productor y protagonista principal de un film que quiere redimir a la criatura de tanta película coral rodeado de superhéroes de diseño. Para ello los guionistas se releyeron la excelente serie de cómics "Lobezno: orígenes", [1] de Paul Jenkins, Andy Kubert y Richard Isanove, que explica el origen del monstruo y la mezclaron con otra serie, también de éxito, llamada "Arma X" (de Barry Windsor-Smith). Para dirigirla se buscó a un desubicado realizador de dramas de contenido social y ganador de Oscar, Gavin Hood ganador del Oscar por Tsotsi y director del 'thriller' Rendition.
En este punto conviene destacar el papel crucial que ha jugado Hugh Jackman en el tono, la historia y la elección del director de la película. El guión original, firmado por David Benioff, fue descafeinado a petición de Hugh Jackman, que no quería “escenas de violencia gratuita en el film”. La elección del director, al que optaban realizadores de la talla del francés Alexandre Aja (autor del excelente remake de Las colinas tienen ojos) recayó finalmente en Gavin Hood porque Jackman vio en el protagonista de Tsotsi, un drama social ambientado en Sudáfrica, a un remedo de Logan: un ser dividido entre sus instintos salvajes y su nobleza humana. [2]
El resultado es flojo en casi todo. El lado supuestamente salvaje de Lobezno se queda en cuatro muecas de caricatura que Hugh Jackman debe de haber practicado cientos de veces ante un espejo, el descubrimiento de sus superpoderes se ventila en tres minutos antes de que empiece la película y el resto de su vida errante hasta la actualidad se narra en los títulos de crédito (en una versión grotesca de lo que hizo Zack Snyder con Watchmen), el resto del filme carece casi por completo de entidad, sea ésta dramática, épica o aventurera. En manos de Hugh, Hood y sus chicos, la historia de un hombre salvaje y libre, ajeno a los códigos sociales, se convierte en una batallita infantil que en roza el ridículo en buena parte de su metraje, llena de personajes planos con ideas planas y diálogos de cartón piedra.
Al margen de si Lobezno se merecía una aproximación tan banal, inocente y tremendamente mal hecha de su historia fundacional, el filme no puede considerarse ni siquiera una buena película de entretenimiento porque falla en un aspecto básico: los efectos especiales, la puesta en escena y el clímax de enfrentamiento con el villano. Es curioso, en primer lugar, que los millones de dólares de presupuesto se hayan volatizado de tal modo en la pantalla. Los efectos son de catálogo, aprovechados de otros filmes y metidos sin gracia y con calzador en la historia. La puesta en escena es descuidada y, en general, todo parece sacado de una cadena de montaje: no hay nada original, nada por lo que recordar esta película. Por otra parte, la tensión del enfrentamiento con su antagonista (o antagonistas) se pierde en los vericuetos de una historia que se desarma a sí misma y se resta tensión dramática cada vez que el film toma algún camino interesante.
Destaca, eso sí, el tímido intento de los guionistas de revestir a Lobezno de la mítica de los hombres lobo (la bala de adamantium, los feroces guerreros Berseker que se revestían con pieles de animales), pero en intento se queda. Lobezno no se merecía esto.