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FICHA TÈCNICA

Titane

Titane

director:

Julia Ducournau

año:

2021

nacionalidad:

Francia, Bélgica

productores:

Jean-Christophe Reymond

estreno en España:

8 de octubre de 2021

138 minutos

Titane y el complejo de Electra

Decía Brest Easton Ellis a propósito de 'American Psycho' que las obras más difíciles de entender son las que retratan una época, puesto que es difícil salir del contexto que nos rodea para analizarlo en perspectiva. Su libro, muy denostado en su momento por misógino y violento, tuvo que esperar a la excelente versión cinematográfica del año 2000 de la directora Mary Harron para encontrar una interpretación aceptable, que pasaba, por cierto, por los ojos de una mujer. En cierto modo ocurre algo similar entre 'Titane' de Julia Ducournau y 'Crash' (1996) de David Cronenberg, al menos respecto a la premisa inicial del filme que enlaza de forma contundente con la película aún polémica del realizador canadiense. Me refiero a la unión descarnada y sexual entre el automóvil y el cuerpo humano, los fluidos humanos y la gasolina. En 'Crash' el coche era el elemento catalizador que daba forma al deseo humano, la vieja unión entre Eros y Thanathos, en 'Titane' el automóvil es el objeto directo de este amor a causa de un rechazo al padre y al propio cuerpo.

Marta Torres | Citaré aquí dos escenas de Titane, las dos iniciales, para explicar mi teoría. Empieza con un accidente automovilístico que sufre la protagonista de la película cuando aún es una niña. Igual que en Crash, los accidentes son pactos de carne y gasolina sellados a través de los automóviles. Sin embargo, en 'Titane' esta escena tiene una lectura psicoanalítica: es una violenta transferencia de sentimientos infantiles de un padre poco amable a favor de una máquina. La segunda escena es un complejo plano secuencia en la que seguimos a una Alexia ya adulta (Agathe Rousselle) y convertida en bailarina erótica a través de una sala repleta de automóviles en exposición. El espectáculo, hermosamente filmado, tiene algo de culto grotesco a la masculinidad de los años ochenta: chicas y coches como medida del éxito, luces de neón y olor a gasolina; un resumen de lo que ha sido el siglo XX y una visión algo fuera de época. Alexia acaba bailando sobre el capó pintado en llamas de un coche enorme y antiguo para provocar el deseo sobre su público (un grupo de hombres muy musculosos) y el de los espectadores del otro lado de la pantalla del cine. Más tarde la transferencia será completa. Ducourneau ha decidido llevar la premisa de Crash hasta el final y explorar sus posibilidades. ¿Cómo lo consigue?

Si el inicio de la película se basa en la deshumanización de la protagonista, el resto del filme funciona como una fábula de vuelta a su condición humana. Este camino se encarna a través del cuerpo de Alexia y aquí volvemos a encontrar a Cronenberg y a su nueva carne. Si la deshumanización se muestra a través del accidente --que le causa la pérdida de masa encefálica y su unión íntima con una placa de titanio--, su personalidad psicopática o su forma de ganarse la vida como objeto sexual, la humanización la convierte en Adrien, el hijo perdido de un viejo comandante de una caserna de bomberos. Este cambio de género, un disfraz en realidad, servirá para revertir la transferencia inicial. En su filme anterior, Crudo (2016), la directora ya indagaba en una relación problemática con el cuerpo y la aceptación de una necesidad extraña, en ese caso, el canibalismo. Como en Titane, son cruciales la familia, el sexo, el asco y la incomodidad, aunque en Crudo se trataba de “hacerse mayor” y del abandono del hogar. En Titane, sin embargo, juega un papel central el embarazo de la protagonista, que sigue su curso de forma inquietante a través del cuerpo de Alexia, salvajemente vendado y roto. Hay una extraña brutalidad en las imágenes de Titane que une la frialdad del acero y la carne en una lucha lacerante, como si fuera el campo de batalla de todas las pulsiones del siglo. En la película de Julia Ducournau, el desajuste mental de la protagonista, quizá su miedo a amar, adquiere la forma de la automutilación cuando Alexia venda sin piedad su enorme barriga de embarazada o desfigura su rostro para no ser reconocida por la policía. Es la forma cinematográfica que toma lo que Carl Gustav Jung llamaba complejo de Electra: la atracción por el padre, sea un coche o un viejo bombero. El filme de Julia Ducournau convierte las imágenes lacerantes de Crash, su sexualidad pasada por el tamiz de la sociedad industrial, en un doloroso proceso de aceptación del propio cuerpo e incluso de la figura paterna, aunque una vez este cuerpo ha estado en contacto con la bestia y ha yacido con ella, no pueda esperarse un retorno a la pureza de la infancia, sino un ser híbrido medio humano, medio máquina. Es difícil no trasladar esta imagen (y aquí me remito a Tetsuo, el hombre de hierro, la película de Shinya Tsukamoto de 1989) al futuro de nuestra sociedad industrial y a su superación a través de la hibridación entre la carne y el acero, los deseos y los traumas. En el fondo de este cúmulo de imágenes brillantes y nocturnas narradas con una seguridad pasmosa para una directora con solo dos películas, late la promesa de un nuevo ser, un nuevo mundo. Un nuevo cine que nos traerá la salvación o el Apocalipsis de la mano furiosa y segura de Julia Ducournau.


Artículo publicado el 6 de octubre de 2021

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