El vientre de Calabria

El milanés Michelangelo Frammartino (Le Quattro Volte), en su documental Alberri abordaba la temática de los Romiti, hombres árbol, cubiertos de hiedra, que caminaban con un bastón y llamaban a las puertas de la aldea de Satriano di Lucania para pedir limosna. Y es que Frammartino es un cineasta que se ampara en el documental directa o indirectamente para pronunciarse con un estilo mágico sobre lo rural, los paisajes agrestes, sus moradores y el impacto del tiempo en el territorio y la memoria. Ese exquisito pundonor de cineasta obsesionado con el instante y el no-lugar es harto palpable en Il Buco.

Lluís Rueda | Este filme de ficción, mudo, pseudodocumental y de matices antropológicos nos sitúa en la Calabria agreste y de difícil acceso de 1961, donde un grupo de espeleólogos tratan de adentrarse en el Abismo de Bifurto, una de las cuevas más intrincadas del mundo. Entretanto, a pocos kilómetros, unos aldeanos se reúnen en la plaza del pueblo para ver la televisión, concretamente la moderna milán de los rascacielos. El realizador, con ese bello recurso, nos antepone el progreso que escala los cielos y el mundo intrincado, desconocido y primitivo que esconde el vientre de Calabria. Para situarnos en el intermedio de las dos ideas, un pastor anciano canturrea a su rebaño con una suma de códigos únicos y efímeros y a la par, ese personaje se erige en el hilo conductor y en el reloj biológico del filme.

Il buco es, con la suma de todos estos elementos, un filme espléndido que macera a su ritmo, que nos invita a un viaje sosegado y siempre parapetado en bellos planos panorámicos. Mediante un montaje plagado de planos secuencia de valiente composición, Il buco nos determina como exploradores o acaso voyeurs de una aventura plagada de incertidumbre y penumbras.

De esos detritus cavernarios, Frammartino saca tanto jugo que el filme deriva en inquietante preludio de algo fantástico, de telúrica magia. Es de una belleza incuestionable. Es pues Il Buco, como todo buen cine que busca reflexión y concede al espectador la iniciativa, una obra que tiene algo de somático y un todo de alegórico. Mención aparte la extraordinaria labor de documentación para trasladar las técnicas (sorprendentes) de los espeleólogos, equipados con elementos propios de otras décadas; sin neoprenos, con cascos flamígeros, y revistas del corazón para dejar rastros y señales o lanzar valijas luminosas al vacío. Y es que los detalles son un regalo. Avanzado el metraje, sin saber todavía la época concreta de lo acontecido en el filme, aparece la cubierta de una revista tirada en la cueva al azar que nos muestra a Kennedy, y así nos situamos, como exploradores en el contexto del filme: sin palabras, sin créditos, mediante la imagen. Estamos ante un regalo maravilloso, un filme que entra como agua de mayo en nuestros sentidos. Il buco fue Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia 2021.

Artículo publicado el 8 de septiembre de 2022