La máquina de hacer gofres

Lluís Rueda | En tiempos de mucho y buen horror psicológico y más o menos sesudos productos que indagan en la condición humana, apostar por un slasher de la mano de uno de los realizadores más gamberros y menos autocomplacientes del género, como Eli Roth (Hostel, Knock Knock), es hasta irreverente. Black Friday (Thanksgiving) es continuidad, una puesta al día de los tropos del horror cafre y visceral de los ochenta y un ejercicio de estilo perspicaz, rotundo y sin frenos.

Para mantenernos entretenidos en la butaca, el realizador de la divertidísima The Green Inferno nos presupone en la categoría de bien entrenados en el subgénero del splatter y derivados, y eso se agradece, ya que uno camina por el filme con una cómoda complicidad, media sonrisa y desprovisto de cualquier carga de algo semejante al sonrojo. En su slasher del siglo XXI, el realizador norteamericano demuestra que con esos mimbres tan elementales del género, tres o cuatro momentazos de impacto, la coartada finísima de deslizar una crítica social al consumismo del Black Friday y hacer estallar por los aires el Día de Acción de Gracias, tiene más que suficiente.

Ni le aprieta la responsabilidad de crear un nuevo psychokiller con sus fetiches originales (que casi lo consigue), ni le atosiga la sempieterna probabilidad de caer en la reiteración al machacar adolescentes odiosas, con insoportables scream girls, o crear héroes antisociales que muestra con orgullo para luego diluirlos en un conjunto de dudoso hilvanado. Echaremos de menos ese personaje marginal que tanto te vende un arma como te hace una master class sobre la banda Black Sabbath.

Sin embargo, su matarife de Plymouth, con careta y sombrero de pretérito colono, funciona en la medida en que el humor salvaje propio del director lo convierte en entrañable, necesario, en una sombra más adorable y trascendental que la de, por ejemplo, su pariente lejano Ghostface. Sangrías de originalísimo calado y de creación casi malabar al margen, lucen escenas concretas como la del gato delator (y su comidera), la traicionera colchoneta de saltos, y por supuesto la del rustido XXL más los primeros platos y la mujer botella reserva. Las ansias de venganza del filme hacia las redes sociales, los centros comerciales e incluso la mediatización de las comunidades en su empeño por domesticar sus propias tradiciones resultan realmente reconfortantes. Cabe recordar que la idea del filme creció a partir de un falso trailer ideado por el propio Roth para la película Greenhouse (2007).

En resumen, un buen filme de puro entretenimiento cafre, sólido en su marco constumbrista de la costa este estadounidense y más trabajado de lo que parece en su festival de detalles macabros y trampas para incautos. Su sentido del humor afilado como un hacha hace el resto.

Horror de goce e inteligente humor negro. Un regalito para el Black Friday, con máquina de hacer gofres incluída.

Artículo publicado el 16 de noviembre de 2023