publicado el 2 de marzo de 2010
No hay nada más voluble e impreciso que el gusto cinematográfico. Es usual que filmes que ahora son clásicos indiscutibles hayan sido considerados en su día obras fallidas por la crítica o hayan tenido una mala acogida por parte del público. Títulos como Harry el sucio, denostada por fascista, o La fiera de mi niña, todo un fracaso en taquilla, demuestran que el tópico de que sólo el tiempo pone las cosas en su sitio es más que una frase hecha. Esto es más cierto si cabe para los filmes que se adentran por sendas poco transitadas. Áreas al margen de los modos usuales y refractarias por tanto a las etiquetas que tan bien sirven al propósito de hacer más digerible lo que aparece en pantalla. Es el caso de la nueva propuesta de Peter Jackson, The Lovely Bones, una película valiente que se sitúa en una zona de nadie colindante con el terror, el thriller, el melodrama y la fantasía onírica y que ha recibido críticas feroces de forma casi unánime y algunas, pocas y esforzadas, reseñas positivas.
Marta Torres | The Lovely Bones es la adaptación cinematográfica de un bestseller del mismo nombre escrito por la autora estadounidense Alice Sebold y distribuido en España con el título "Desde mi cielo" (2002). El libro basa su originalidad en la elección del narrador, Susie Salmon, una adolescente de Pensilvania violada y asesinada por su vecino, que explica todo lo que ocurre en su entorno una vez ella ha desaparecido, desde los problemas familiares que causa su súbita desaparición hasta las pesquisas de la policía para descubrir a su agresor. Peter Jackson se interesó por este material y decidió producir y dirigir su adaptación cinematográfica con la ayuda de su mujer Fran Walsh, que ha colaborado con su marido en todos sus filmes en calidad de guionista desde Mal gusto (Bad Taste). El hecho de que se tratara de una apuesta personal de su director y el tipo de material que trata la historia, una suerte de fantasía infantil con toques terroríficos, hizo pensar a muchos que se encontrarían con un producto parecido a Criaturas celestiales (Heavenly Creatures, 1994), una película sobre dos adolescentes fantasiosas que deciden cometer un asesinato y que es hasta la fecha la mejor obra de Peter Jackson. No obstante, y aunque conserva algún parecido con ella, sobretodo en lo que se refiere a su arrojo formal y estético, The Lovely Bones sigue otros derroteros y defrauda esta expectativa inicial lo que, a mi juicio, explica en parte la ferocidad inusitada con la que ha sido recibida.
The Lovely Bones es la descripción, detallada, luminosa y a veces siniestra, del cielo particular al que se ve abocada Susie Salmon, una víctima adolescente de un asesino en serie, una vez desaparece de este mundo. El trabajo de Jackson ha sido dibujar este limbo perfecto en el que se encuentra la joven, incapaz de dejar atrás su vida anterior, y en el que batallan a la manera de signos arquetípicos su necesidad de paz y su sed de venganza, el dolor de la pérdida y el amor que aún profesa por los que ha dejado atrás. Susie queda atrapada en un limbo construido a partir de los retazos que ha dejado su corta vida, que mezcla sus ensoñaciones de adolescente y sus juegos infantiles con las experiencias, digamos reales, de los vivos que ha dejado atrás, incluido su asesino. A la manera de otras obras de intenciones colindantes, como Más allá de los sueños (What dreams may come, 1998) del también director neozelandés Vincent Ward, Jackson retrata este limbo personal como una suerte de mundo de reminiscencias astrales, a la manera de las fantasías oníricas de cariz exótico del escritor Lord Dunsany que influyeron en el mismo H.P. Lovecraft y que pueden rastrearse en obras como "En busca de la Ciudad del Sol Poniente" ("The Dream-Quest of Unknown Kadath", 2007). Pero atrapar en celuloide un mundo onírico, y más si es el cielo particular de una adolescente de 14 años, tiene sus riesgos y es aquí donde más irregular se muestra la propuesta de Jackson. El director escoge con acierto, -al fin y al cabo hablamos de la imaginación de una niña- una paleta algo naif de colores pastel y aires setenteros que destila tan pronto emoción como momentos no aptos para diabéticos, en este aspecto es discutible también la elección de la música, a cargo de un azucarado Brian Eno, o propuestas formales conseguidas que remiten a la etapa más onírica de pintores surrealistas como Dalí. Pero dejando de lado fallos puntuales, el filme se salda en positivo gracias a un soberbio manejo de los recursos estéticos y formales por parte de Peter Jakson y al carácter del personaje protagonista, soberbiamente interpretado por Saoirse Ronan. Particularmente hermosos son, por ejemplo, los ecos que el mundo real y el mundo onírico van dejando el uno en el otro y que convierten la comunicación entre vivos y muertos en un mágico juego de espejos, como quien ve un reflejo fugaz en la superficie del agua. En este sentido, The Lovely Bones funciona como una caja de resonancias donde las imágenes y los símbolos se expanden como ecos, adoptando unas veces formas luminosas, otras formas siniestras: las velas que adornan la trampa mortal que prepara para ella su asesino recuerdan a las que coloca después su padre en la ventana, a la vez llamada y homenaje a su hija muerta.
No hay ensoñación que no linde con la pesadilla y en esta deriva hacia lo siniestro es donde Jackson consigue hibridar con maestría los sueños de una niña inocente con los oscuros laberintos de un ser perturbado. Susie habita también la casa de muñecas siniestra que conforman las oscuras motivaciones y los anhelos de su asesino. Precisamente la casa de su agresor es el único lugar tangible que la joven puede visitar después de muerta, lo que la convierte en espectadora privilegiada y cronista de sus deseos y oscuras motivaciones, además de testigo de su pasado. De esta manera la película es también un minucioso retrato psicológico de la mente de un asesino en serie, al que da vida un espléndido Stanley Tucci en un papel que ya le ha valido la nominación al Oscar, el Globo de Oro y los premios Bafta al mejor actor. Ambos registros, el que representa la víctima y el encarna su verdugo, en constante mezcla y contraste, articulan lo mejor de un filme que deja en segundo plano el melodrama familiar, menos interesante quizá para un director más acostumbrado a tratar con tramas más sujetas al fantástico. The Lovely Bones no es un filme redondo pero en parte es porque explora sin mapa un territorio a la vez fértil y desconocido y lo hace, igual que Camino de Javier Fesser, apelando a dos aptitudes con muy mala prensa hoy en día: la emoción y el sentido de lo maravilloso.