publicado el 10 de septiembre de 2005
DESPUÉS DE LA PELL FREDA, ALBERT SÁNCHEZ PIÑOL había levantado muchas expectativas con su próximo libro: Pandora en el Congo. Si alguien espera encontrar una novela parecida, se va a llevar un disgusto. Pandora en el Congo es una novela adulta: exige atención desde la primera página y va un paso más allá de la novela precedente: no es un cuento fácil que atrapa la atención desde el inicio. Es un cuento nihilista acerca del desengaño y, sobre todo, de la mística del cuento, a la manera de un Vila-Matas atrapado en el engranaje de una ficción: la verdad no importa.
En pocas líneas, Pandora en el Congo nos habla de los esfuerzos de un novelista mediocre para convertirse en escritor, de un condenado por asesinato para escapar a la horca, de una sociedad enferma (el imperio británico de antes de la primera guerra mundial) en busca de una justificación a su crueldad, y, ante todo, de la capacidad del amor para redimir a todos estos personajes y para trascenderse a sí mismos.
Es difícil hablar de esta novela sin desvelar sus secretos. Funciona como novela de terror, por su portentoso control sobre el tempo del suspense, funciona como cuento romántico, por la forma en como sabe construir un ideal al que todos aspiramos, y funciona como novela postmoderna, por la forma implacable en que destruye toda esperanza de salvación. En todo caso, Sànchez Piñol ha llegado a su madurez literaria gracias a esta novela. Ya lo sabréis al final.