boto

estrenos

publicado el 13 de julio de 2010

De vampiros dandys, freaks y teennagers

Lluís Rueda | En tiempos de renuncia a la causa vampírica por culpa de la pizpireta escritora conservadora Stepheny Mayers y sus criaturas cinematográficas, muchos ortodoxos han entendido que se han roto las reglas del juego de la constitución vampírica, los postulados de Bram Stoker. Bueno, relajemos nuestras encías y veamos el punto positivo. En el vampirismo, como en la política, como en la familia o como en el amor no nos podemos quedar estancados, hay que ventilar las estancias aunque se nos cuelen 'tenias' de azúcar. Dejando a un lado 'Crepúsculos', 'Lunas Nuevas', 'Eclipses' y demás fenómenos astro(i)lógicos hemos de interpretar que siempre se derivan intentos cinematográficos francamente estimables con la intención de sumarse a la estrategia comercial. El vampiro está de moda y eso, a la larga, aportará facilidades a los agitadores intelectuales. Si hace poco captábamos el hálito de cierto cine inteligente en la fallida Daybreakers (Id., 2010) y loamos la desinhibida mirada de la serie True Blood (2008) sobre los problemas del vampirismo en Nueva Orleans, ciudad muy agitada desde la irrupción de Lestat hace unas décadas, podemos relativizar la tiranía de la taquilla de la saga Crepúsculo -un producto para emos con inapetencia intelectual y moral rígida- y centrarnos en aquellos productos que nos interesan.

El que hoy toca es El Circo de los Extraños, un filme muy esforzado en su concepción estética y con muy pocos convencionalismos en su prurito artístico. Desde luedgo no estamos ante una ópera prima inspirada en la sarcástica novela 'Ciudad Vampiro' de Paul Féval, pero créanme, algo de su espíritu gamberro se desliza por sus fotogramas [1].

El filme, dirigido por Paul Wetz adapta una serie de relatos infantiles de Darren Shen con unas dosis de irreverencia y distanciamiento muy estimables. Más de dos años ha tardado en llegar a nuestra cartelera la historia del joven Darren (Chris Massoglia), asistente por accidente del interesante y muy diferente vampiro Larten Crepsley (John C. Reilly). Darren, tendrá un importante papel en una guerra milenaria entre las alimañas de la noche y acabará por hacer de los personajes de Cirque du Freak su verdadera familia. Entre los mágicos e interesantes personajes deudores de Tod Browning que deslfilan por el filme cabe destacar a la mujer barbuda interpretada por Salma Hayek y a un gigantesco maestro de pista encarnado por Ken Watanabe.

Que nadie espere algo parecido a una revisión de la cinta de la Hammer El Circo de los Vampiros (Vampire Circus, 1972) de Robert Young, estamos en un terreno deudor del espíritu de Ray Bradbury y la atmósfera de 'La feria de las Tinieblas' o, si se quiere, de su extraordinaria adaptación cinematográfica Something Wicked This Way Comes (Id., 1983, Jack Clayton). Eso, sí, la inspiración es tangencial y el resultado de esta propuesta del director de American Pie dista mucho tanto en complejidad argumental como en puesta de escena de hacer sombra a la maravillosa película de Jack Clayton. Pero dicho esto debemos enmarcar este producto en la órbita desacomplejada y macabra de filmes como Una série de catastróficas desdichas de Lemony Snicket (Lemony Snicket's A Series of Unfortunate Events, 2004) de Brad Silberling y apreciar en su planteamiento cierto aroma a las horror-comedies del cine norteamericano de la década de 1980 de entre las cuales podríamos recuperar Jóvenes Ocultos (The Lost Boys, 1987) de Joel Schumacher, House: Una casa alucinante (House, 1986) de Steve Miner o Noche de miedo (Fright Night, 1985) de Tom Holland. A resaltar el villano de la función, Mr. Tinny, un obeso con retirada a Fétido Addams que se pasea por el mundo de los vivos y de los muertos en un cadillac negro que bien pudiera evocarnos al bólido demoníaco 'Christine' del clásico Christine (John Carpenter's Christine, 1983) de John Carpenter.

Con todas estas referencias vitaminando nuestra buena disposición como espectadores, también cabe adentrarse en El Circo de los extraños con la certeza de que nos hallamos ante un producto discreto, lastrado por un infografía en ocasiones irritante -esa molesta tendencia a coreografiar eternas luchas hi-tech con ínfulas a lo Matrix- y poco más que simpático. En lo positivo, salvando la atractiva complejidad de ese encantador muestrario de freaks, cabe aplaudir la elección de un espléndido John C. Reilly como vampiro dandy y sus maniqueas reflexiones en voz alta. Nunca habíamos presenciado un malditismo milenario tan bien interiorizado y tan irónicamente expuesto. Que simpaticen o no con el acartonado jovenzuelo protagonista ya es otro cantar, en mi opinión su reminiscencias a héroe de instituto transnochado tiene su gracia y es consecuente con la propuesta.

Lo dicho, como alternativa a la saga Crepúsculo este Circo bien vale una sonrisa.

    [1]. "Ciudad Vampiro" es una obra maestra del humor negro. Grotesca, alucinada, paródica y terrorífica al mismo tiempo. Escrita por un desconocido Paul Féval, autor de folletines. Parece mentira que se publicase en 1873. Si no la han leido, corran a por ella. En España está editada por Editorial Valdemar.

    SUBIR.


archivo