publicado el 17 de agosto de 2010
No es la primera vez que el arte se pone a explorar el territorio que hay más allá de los sueños. Lovecraft o Lord Dunsany en literatura, o más recientemente Peter Jackson con The Lovely Bones, han intentado dar forma al inframundo (un espacio imaginado donde habitan los mitos relacionados con el mundo de los muertos). La versión moderna del mundo onírico, el mundo virtual recreado tecnológicamente, también cuenta con una abultada filmografía que incluye desde la incipiente Operación Brainstorm, de Douglas Trumbull, hasta Tron o la mesiánica Matrix. Ambas corrientes, la onírica / inframundo y la onírica / tecnológica se abordan en títulos como Kairo de Kiyoshi Kurosawa, donde las nuevas tecnologías actúan como una puerta de entrada al mundo de los muertos, o la misma Origen (Inception), de Christopher Nolan, que aúna tanto las tradiciones literarias como las cinematográficas en una obra de tesis que une cine, sueños, virtualidad y muerte.
La misma naturaleza de la película, más centrada en lo abstracto de su estructura, en la racionalidad de su intrincado formal que en la emoción o el suspense propios de una película de acción o un Blockbuster, ha provocado opiniones encontradas entre la crítica y el público, y también entre los colaboradores de Judex: quizá no haya solamente una salida a este laberinto. Eso sí, en algo coinciden ambas visiones de la película: Nolan es un prestidigitador, alguien capaz de torcer los pasadizos de esta fábrica de sueños que es Hollywood y de ver claramente que el cine, al fin y al cabo, es un sueño colectivo. Sin embargo lo que para unos es magia, para otros es un timo.
A FAVOR: Arquetipos, laberintos y una sesión de mentalismo
EN CONTRA: Second Life: The movie