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publicado el 30 de septiembre de 2010

Amblin en el diván

Se cree que con el estreno de Gremlins (Id, 1984) en los EE.UU., donde fue autorizada para todos los públicos, la airada reacción de sectores conservadores ante la violencia del film y los daños que éstos consideraban que podría producir en las indefensas y frágiles mentes de los espectadores más jóvenes, provocó la aparición de la categoría PG-13 de la censora MPAA. Hoy nadie discutiría la afirmación de que la violencia de Gremlins es puramente tebeística, y tan inofensiva como un episodio de Tom y Jerry. A diferencia, por cierto, de la violencia derivada de la beligerante política intervencionista de Ronald Reagan, reelegido como presidente poco después con el apoyo de estos mismos grupos reaccionarios.

Alberto Romo | La propia vida de Joe Dante, director de la película, es una buena prueba de lo descabellado de esas reclamaciones moralistas e hipócritas. Dante fue un niño enfermizo (padeció una severa polio a los 7 años) que encontró refugio a sus padecimientos en el cine de terror. Ávido lector de revistas especializadas en películas de miedo como "Famous Monsters of Filmland", en las que publicó rendidos artículos de fan irredento desde la adolescencia, ha conservado hasta la actualidad su visión del cine de terror como un género aleccionador y hasta terapéutico, basándose en su propia experiencia (y en la de aficionados en todo el mundo que se cuentan por millares). Tras curtirse en la factoría Corman, Dante llama la atención del magnate Steven Spielberg, con el que comparte la misma concepción edificante del cine fantástico. Bajo su protección filmaría Gremlins, asumiendo sin dificultad las líneas maestras que durante, sus primeros años, caracterizaron la productora del rey Midas de Hollywood, la mítica Amblin Entertainment: moderada candidez, modernos ritos de iniciación a la edad adulta, desbordante "sense of wonder", homenajes al cine fantástico clásico por doquier, amable ironía, y, "last but not least", una defensa férrea de la institución familiar amenazada. Son éstos los mismos ingredientes con los que Joe Dante confeccionaría, un cuarto de siglo después, la película que nos ocupa: Miedos 3D (The Hole, 2009). Un film que invoca ineludiblemente el espíritu de la edad de oro de Amblin y que hará las delicias de sus nostálgicos.

Sin embargo, los tiempos –o mejor dicho, sus pasajeros, nosotros mismos - han cambiado. Nadie se escandaliza hoy en día por los elementos sombríos presentes en una película de terror dirigida, como Gremlins, a públicos de todas las edades. Por otro lado, la familia, que en las producciones Amblin de los ochenta se enfrentaba como una unidad inquebrantable a un sinfín de amenazas, pese a haber sobrevivido a ellas, no lo ha hecho indemne. La unidad familiar protagonista se ha visto en Miedos 3D diezmada y adopta un modelo de familia monoparental, con típica (y tópica) madre soltera (Teri Polo) que lucha a brazo partido por sacar adelante a sus dos hijos. Otro signo de los tiempos que corren: los peligros que acechan a la sacrosanta institución proceden más del interior, de su mismo seno, que del exterior. Es el pater familia, y no un peligro externo, la ominosa amenaza que se cierne sobre el resto de miembros. El agujero - una especie de pozo cubierto por una compuerta de madera ubicado en el sótano de la casa a la que se muda la familia - actúa como una suerte de psicoterapeuta que saca a la luz los miedos de los protagonistas y les obliga a afrontarlos.

Es una lástima que este planteamiento tan prometedor, y que ofrece una interesante reformulación de un esquema tan añejo como grato, el de las películas Amblin de los 80, hacia terrenos más intimistas y psicológicos, sea desarrollado de manera torpe, predecible y errática por el gris guionista Mark L. Smith. Y es que lamentablemente, Joe Dante, que nunca escribe los guiones de sus películas y que por tanto depende enteramente de las cualidades de sus libretistas, no cuenta en los últimos tiempos con los reputados cineastas que en la primera etapa de su carrera pusieron los fundamentos del éxito artístico y comercial de sus películas más apreciadas, mediante el aporte de guiones imaginativos y bien construidos. Sin duda, este hecho, junto al desdén mostrado por los ingratos mandamases de Hollywood, ha perjudicado notoriamente la reciente carrera del realizador. Afortunadamente el gran talento artístico y la sabiduría cinematográfica de Joe Dante logra compensar en buena medida las debilidades del guión. El que tuvo, retuvo, y el director de Nueva Jersey exhibe su "savoir-faire" como aplicado y eficiente artesano en cada trabajo que emprende. Por modestas que sean las propuestas (telefilms, series para internet…), y endebles los guiones, nadie puede negar que siempre se deja la piel para llevar sus proyectos al mejor puerto posible.

De manera equivalente a como había hecho en Matinee (Id.1993) con la ciencia ficción, Joe Dante trasciende las limitaciones del guión y hace que The hole se desdoble en película de terror de entretenimiento, por un lado, y en alegato que pone al descubierto los mecanismos (formales y emocionales) del género, por otro. Para ello plasma la materialización de los miedos ocultos surgidos del pozo (trasunto del subconsciente de los personajes) mediante figuras iconográficos del cine de terror: el títere que cobra vida, de una socarronería que recuerda tanto al moderno Chucky, como a los clásicos muñecos de ventrílocuos que se independizan de sus amos (e incluso a los propios gremlins); el fantasma de la niña, que evoca con su vetusta apariencia gótica a la de Operazione Paura (1966), pero que se desplaza al más puro estilo de las manifestaciones espectrales del cine de terror oriental post-Ring; el combate entre luminosidad y oscuridad, sombras y luces, cordura y locura, que se deriva de los temores procedentes del personaje interpretado por Bruce Dern y que son a su vez, la materia prima ética y estética fundamental del cine de la Universal de los años 30; etc.

Pero es en el personaje del protagonista, el hijo primogénito interpretado por Chris Massoglia, donde la alegoría del film brilla en todo su esplendor y asume unas connotaciones psicoanalíticas más sugerentes. En su caso la proyección del objeto de su miedo, que no es otro que su propio padre, es tan mutante como la evolución del cine de terror. Adopta en primera instancia una morfología difusa, representada en unos dibujos como un temible gigante peludo similar a King Kong, comenzando así las implicaciones psicoanalíticas. Y es que ya el padre del psicoanálisis, Sigmound Freud, en Totem y Tabú, asocia los temores infantiles a animales feroces y monstruosos con la figura paterna. Posteriormente, el monstruo adquirirá una fisonomía más antropomórfica, si bien conservando proporciones desmesuradas, asemejándose a la criatura de Frankenstein. Finalmente, un alucinado y onírico decorado de retorcida arquitectura netamente expresionista (y que justifica por sí mismo la controvertida tecnología 3D) es único testigo de la catarsis final, asesinato del padre incluido. Entonces, y sólo entonces, el pusilánime adolescente está capacitado para afrontar la madurez. Poco antes de desaparecer, el padre, con una última mirada dirigida a su hijo, muestra un rostro más humanizado de manera similar a como la evolución del género ha ido interiorizando sus arquetipos: de los exóticos mitos de la Universal a los cercanos psychokillers que pueblan el moderno cine de terror.

En resumidas cuentas, los jóvenes protagonistas logran vencer sus temores y demonios personales, sublimando éstos en representaciones eminentemente cinematográficas y de substanciosas implicaciones psicoanalíticas. The Hole, pese a un guión endeble y concesiones a la comercialidad, es un estimulante alegato a favor del cine fantástico, que loa su capacidad para ayudar a sus espectadores a crecer y madurar como personas. Un cine fantástico, tantas veces menospreciado, que bien podría estar simbolizado por ese oscuro pozo sin fondo, a veces inquietante y perturbador, pero siempre fascinante; un lugar del que emergen nuestros miedos más íntimos, pero que también nos permite enfrentarnos a ellos y vencerlos. Aquellos que pusieron el grito en el cielo al ver Gremlins, deberían tomar buena nota.


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