publicado el 3 de marzo de 2011
Lluís Rueda | Nada más acabar de visionar En tiempo de brujas expresé estupefacto y con la sonrisa congelada: 'Hay películas tan fallidas que resultan hasta simpáticas'. La generosidad que en ocasiones aplicamos para justificar ciertos desatinos nos convierte sistemáticamente en mártires de la buena fe. Este espectro de filme de espada y brujería perpetrado por el realizador norteamericano Dominic Sena (Kalifornia, Operación Swordfish) es tan artificioso, plano, descuidado y grandilocuente en su impostura que acaba por resultar casi irreverente. La serie B barnizada de improperios argumentales y detritus infográficos puede, en ocasiones, ganar nuestro favor si el eje vertebrador del filme, su relato, no se revela ante su naturaleza feísta, pero éste no es el caso. Dominic Sena, especialista en películas de acción abúlicas y estridentes, no parecía el más indicado para construir con garantías un relato oscuro que coquetea sin rubor con ideas de la sensacional Witchfinder General (1968) de Michael Reeves, véase ese inicio con el puente de piedra y la prueba brujeril de la inmersión. Parece obvio, En tiempo de brujas busca paralelismos razonables con cintas como Solomon Kane (2009) de Michael J. Bassett o la todavía inédita en nuestras pantallas Black Death de Christopher Smith (vista en el pasado Festival de Sitges 2010) y eso a priori debería ser positivo, debería.
El argumento es bien simple e incluso tendría sus posibilidades en manos de algún artesano más disciplinado que D. Sena: En el siglo XIV, el caballero medieval Behmen (Nicolas Cage), se convierte en protector de una joven, acusada de ser culpable de una peste negra que asola la localidad en que ha recaido tras un largo periplo por las cruzadas. Él y un grupo de caballeros deberán trasladar a la joven supuestamente poseída hasta un monasterio donde especialistas en exorcismos intentarán curarla.
La historia podría haberse situado, reitero, en un terreno más desacomplejado si el tratamiento de sus personajes, especialmente del templario interpretado por Nicolas Cage, no resultara tan adocenado. Nicolas Cage y Ron Perlman luchan por encajar en el eje de un relato menor que olvida su prurito fantástico y aventuresco para inflamar nuestras meninges con una historia de redención no ya solo desaliñaba sino falta de pretensiones, torpe y caótica. Cage recurre a la baza de la ausencia de interpretación para componer un personaje tan fantasmal y a la deriva que casi acaba por diluirse como un borrón de tinta en un circo de espumarajos, crucifijos y diablillos de consola. La broma arranca con un prólogo innecesario que busca describir como la guerra diezma la fe en los humanos y como sus secuelas anidan en el rostro cetrino de Nicolas Cage. Yo entiendo que la profundidad de su mueca torcida ya compone una perfecta elipsis de la situación, pero no vamos a detallar más la inoperancia general, sería como rehacer un filme que sinceramente no arreglaría ni un montador superdotado.
Por cierto, cabe señalar que el guionista de este dislate es Bragi F. Schut , creador de la serie Operación Threhold (2005) y responsable del libreto para The Last Vogage of the Demeter (2011) de David Slade, filme vampírico que relata la travesía del Demeter, el barco que transportó el ataud de Drácula desde Transilvania a Inglaterra y que llegó al puerto sin supervivientes a bordo.
Para la hemeroteca de los aciertos fugaces de En tiempo de brujas queda el temple interpretativo del siempre acertado Ron Perlman, la cosquilleante aparición fugaz de Christopher Lee y una escena en que el carro-prisión que transporta la bruja debe atravesar un puente hecho pedazos. Lo curioso de esta secuencia es que resulta angustiante, no tanto por el peligro que conlleva la azaña sino por que uno se pregunta: ¿a que viene el empeño por no dejar atrás el carro-prisión o no aligerar algún caballo? Y la escena se dilata tanto que resulta insoportable, casi metafísica. No les revelaré mucho más de esta desventura en la que lo último que, ya puestos, uno hecha a faltar es un cameo del príncipe de la serie B y añejo adonis de abadía, Christian Slater.