publicado el 5 de julio de 2011
La idea de un vehículo fantasmal que atosiga a un turismo hasta convertir un plácido viaje por carretera en una pesadilla ha sido tratado con mayor o menor acierto en diferentes filmes. Entre los clásicos más recordados está El diablo sobre ruedas (Duel, 1971) de Steven Spielberg o, en orden decreciente de interés, productos de humilde presupuesto como El aparecido (The Wraith,1986) de Mike Marvin o Asesino invisible (The Car, 1977) de Elliot Silverstein. La tónica de estos filmes era situar un coche misterioso en un entorno rural o una carretera polvorienta de la Norteamérica profunda con el fin de consumar una venganza o, simplemente, sembrar el caos en una población, caso del film de Silverstein, que se desarrolla como un western crepuscular convenientemente trufado de elementos fantásticos.
Lluís Rueda | Desde luego, Rubber (Id., 2010) de Quentin Dupieux (vista en el pasado Festival de Cine Fantástico de Sitges) es también un producto que puede encajar en esa línea en el que la figura del jinete vengador se trasmuta a vehículo, chasis o, si fuera conveniente, neumático asesino. En esta tesitura, pero con notables diferencias de planteamiento, podemos situar el thriller Rage (2010) de Chris Witherspoon, un survival filme que denosta el elemento sobrenatural (que no fantasmagórico) para situar a un personaje emocionalmente a la deriva como víctima de un motorista misterioso.
Uno de los conceptos más sorprendentes de la mecánica argumental de Rage es que el impacable asesino motorizado lejos de eregirse en el interrogante de un cluedo apuntado con cierta timidez por el realizador parece surgir de la mente del propio protagonista, de sus más íntimas pesadillas y de un más que notable sentido de culpabilidad. El guión del propio Chris Witherspoon, en ese sentido, todo y caer en ciertas redundacias y excesivos subrayados maneja con buen pulso la bajada a los infiernos del protagonista Denis Twist, un tipo que ha estado engañando a su angelical esposa y al que una mañana, al acudir a una reunión de negocios, se le aparece la misma muerte motorizada y con ganas de jugar al gato y el ratón. Rage, con un planteamiento muy urbano y, en buena medida, diurno, alarga la idea de ese ghost rider implacable cuya máxima es cumplir su diabólica misión. Con algún altibajo, pero secuencias solventes como las del acoso en el cuarto de baño de un taller mecánico o la pesadilla dilatada de la huida del párking, Rage, se toma su tiempo para afianzarse como un producto de suspense convincente y preparar el terreno para un desenlace enérgico, brutal, malintencionado y, en cierta medida, de una elegancia malsana.
Crhistopher Witherspoon dirigió en 2004 el largometraje Middle Man. Con Rage, su segundo film como director, ejerce de guionista, montador, creador de efectos especiales e incluso actor, todo un tour de force para un producto humilde y de condición independiente que cuida con mimo la puesta en escena y resulta tan honesto como efectivo.
The Rage se proyecta el jueves 7 de julio a las 18:30 horas