boto

estrenos

publicado el 29 de abril de 2005

Recuperar el western urbano

Lluís Rueda | Una vez visto este remake cuya mera idea podía levantar ampollas entre algunos nostálgicos, especialmente entre la inmensa legión de fans de John Carpenter, lo cierto es uno se queda con cierta sensación de amparo, de satisfacción. No por que este filme sea superior al clásico de 1977, que no lo es, si no por que Jean-François Richet ha sabido construir un humilde pero efectivo thriller de acción sin renunciar totalmente a la economía narrativa de la que Carpenter hizo todo un arte. El resultado es una cinta con cierto regusto a serie B, que en el retrato de sus personajes es claramente deudora de trabajos como Río Bravo (1959) o El Dorado (1966) de Howard Hawks. Y es que el realizador ha hecho bien en tener presente a ambos autores para renovar un ideario que hoy más que nunca tiene un sentido inmarcesible y clásico: Asalto al distrito 13 presenta una miscelánea seca y abrupta que contrapone la vitrialidad carpenteriana y la elegante desolación hawksiana; Jean-François Richet invierte el proceso inherente a la obra de Carpenter y aísla en un mismo filme las constantes más reconocibles de ambos directores.

El primer acierto de esta puesta al día del clásico Asalto a la comisaría del distrito 13 (Assault on Precinct 13, 1976) es sin duda el inteligente guión de James DeMonaco (guionista de Negociador). El nuevo libreto ha cambiado las bandas callejeras de Los Ángeles por un nutrido equipo de policías corruptos y ha trasladado la acción a un Detroit colapsado por las nevadas navideñas: este cambio de escenario, si se quiere, puede interpretarse como un guiño simpático al remake de la por otra parte hawksiana La Cosa (The Thing, 1982), otra obra maestra de Carpenter, que el realizador francés parece tener muy presente en muchos momentos del filme.

El filme de Richet mantiene intacto el aire desencantado y crepuscular del original del director de Halloween, sin descuidar un ápice el rol de perdedores de su protagonistas. Para ello el realizador utiliza los personajes interpretados por Ethan Hawke (el sargento Jake Roenick) y Lawrence Fishburne (Marion Bishop) en un valiente intento de emular a los interpretados por Dean Martin (el alcoholizado ayudante Dude) y John Waine (el sheriff John Chance, personaje altanero y gélido). Este nuevo asalto al distrito 13 mantiene intacto su condición de western urbano, brillantemente puesto al día, y asume una parcela de humildad, de respeto, muy de agradecer en los tiempos que corren.

El realizador francés ha cargado las tintas en las escenas de acción y ha minimizado el toque Carpenter en aquellos aspectos más propios del cine de terror; esta última apreciación es muy palpable en el momento del asedio a la comisaría: algo entendible si tenemos en cuenta que aquello que fue virtud en la década de 1970, difícilmente seduciría al público del siglo XXI.

El realizador francés ha cargado las tintas en las escenas de acción y ha minimizado el toque Carpenter en aquellos aspectos más propios del cine de terror; esta última apreciación es muy palpable en el momento del asedio a la comisaría: algo entendible si tenemos en cuenta que aquello que fue virtud en la década de 1970 (la desinhibida hibridación de géneros perpetrada por George A. Romero, o el mismo Carpenter), difícilmente seduciría al público del siglo XXI. La visceralidad del cine de aquellos años sería hoy inconcebible, y es evidente que a Richet no se le permitiría plasmar en una secuencia el asesinato de una niña de un tiro a bocajarro, pero aún así, este remake se distingue por mantener ciertas cuotas de incorrección, y algunos momentos ciertamente sádicos que por supuesto no revelaré.

La marca western + terror patentada por Carpenter en el que fue el segundo filme de su carrera es ahora en manos del director de Ma 6-T va crack-er (1997) algo sustancialmente distinto: el terror ha sido sustituido por la acción, por el thriller adrenalítico a la manera de John McTiernan o más recientemente El mito de Bourne (The Bourne Supremacy, 2004) de Paul Greengrass. Lo que en su momento eran jaurías de pandilleros vengativos de look postapocalíptico a la manera de Los Guerreros del Bronx (tan perseverantes como los populares zombies), han sido ahora sustituidos por un enemigo con rostro: el de Gabriel Byrne encarnando al agente Dubai, un corrupto villano que ejerce de demiurgo, que orquesta una pandilla de padres de familia ataviados de negro, casco de visor nocturno y mucha sed de venganza, un enemigo más elegante, más aséptico para los tiempos que corren.

El realizador francés, sabedor de la papeleta que tiene entre manos, asume riesgos allí donde cree necesario, y si bien hay parcelas del filme que parecen calcos del original (la huida a través del alcantarillado o el primer ataque por la puerta trasera de la comisaría), también hay cambios sustanciales. Quizás el más significativo vaya ligado a la decisión de sacar la acción de la comisaría en el último tramo del filme, decisión que en contra de otras opiniones, considero acertada en tanto oxigena el filme. El cambio de escenario sirve de acicate para una última vuelta de tuerca lógica en un thriller de estas características. Lejos de ser un lastre, la postrera secuencia sombría y fantasmal del duelo nocturno en el bosque, resulta un colofón acertadísimo y un punto de riesgo bien asumido por el director.

Se hace difícil valorar, de antemano, si es o no oportuno revisitar a un cineasta como John Carpenter que todavía, en la actualidad, sigue teniendo mucha vigencia. Asalto al distrito 13 nos ha sacado de dudas, su fórmula es válida e instaura un camino a tener en cuenta. En el futuro tendremos oportunidad de enjuiciar otras maniobras retrospectivas, ahí a la vuelta de la esquina están los remakes de Amityville y La Niebla. Quizás la fórmula o el equilibrio a la hora de concebir un remake esté en adaptarse a los nuevos tiempos sin traicionar las esencias, en este caso concreto el acierto ha sido disociar el encomiable trabajo dramático legado por Hawks y el ácido ideario, aún presente, en el cine de Carpenter. Este nuevo western urbano de Jean-François Ricochet ofrece una mirada desacomplejada, que aún siendo aparentemente equidistante no hace del borrón y cuenta nueva un modus operandi.


archivo