publicado el 29 de agosto de 2012
Es difícil averiguar porque un filme de acción funciona. Se valora su capacidad de entretenimiento, su facilidad para crear iconos y escenas que se queden en la retina del espectador, el ritmo de la acción y, sobretodo, el carácter del héroe (o el villano) que le da sustento. Pero no es una ciencia exacta, sobretodo en tiempos en que la sobresaturación de títulos convierte a las películas en clones difíciles de distinguir unos de otros. Otro tanto sucede con los filmes de superhéroes, empeñados en convertirse en obras magnas del cine (el caso de Batman es sintomático) aunque sea a costa de renunciar a su misma naturaleza (la cultura pop, la evasión, el puro entretenimiento).
Marta Torres | Dredd 3D es una película de acción perfecta. Ni reniega de sus orígenes ni se aparta un ápice de su naturaleza pulp. El filme de producción británica, dirigido por Peter Travis (Omagh), es una película que le ha tomado la medida a la historia que cuenta, gracias a un guion de Alex Garland (guionista también de 28 días después) que juega su mejor baza en su solidez y en una sencillez esquemática que, sin embargo, no aburre y le sienta sorprendentemente bien a la historia. La película adapta al cine el cómic británico Juez Dredd, creado por el guionista John Wagner y el dibujante Carlos Ezquerra. Su protagonista, el juez Joseph Dredd es un agente de la ley estadounidense empeñado en poner orden en una sociedad en descomposición. Dredd, al igual que el resto de jueces, es a la vez policía, juez, jurado y ejecutor en una ciudad de más de 800 mil millones de habitantes y dominada por las bandas organizadas y el crimen. Este cómic ya fue adaptado al cine de forma desastrosa en 1995 en una obra dirigida por Danny Cannon y protagonizada por Sylvester Stallone. El film de Cannon era embrollado, desigual y al servicio de un Stallone que fue nominado a peor actor por esta interpretación.
La nueva adaptación ha optado por ignorar esta primera aproximación al personaje, simplificar la historia y reforzar el carácter de los personajes sin rebelar, con buen tino, demasiado de su pasado. Dredd (Karl Urban) tiene la elocuencia de Klint Eastwood en un filme de Sergio Leone y la villana es de un sadismo que se acerca a un filme de gánsteres asiático, a lo que hemos de añadir algunos apuntes de humor negro desvergonzadamente gores. Además, la película se mantiene al margen de disquisiciones morales o filosóficas, que a mi entender no hubieran venido demasiado a cuento, y, como un buen western, se centra en el enfrentamiento entre Dredd y la novata agente Anderson contra toda una banda criminal liderada por la inquietante Ma-Ma, una prostituta traficante de drogas y adicta a la violencia (una excelente Lena Headey, conocida en nuestro país por el papel de otra villana, Cersey, en Juego de Tronos).
El escenario contribuye también a esta limpieza argumental. Toda la acción transcurre en un mastodóntico rascacielos (casi una ciudad en miniatura) donde los protagonistas quedan atrapados a merced de la banda de Ma-Ma, que quiere darles caza. La persecución se valdrá de escenarios oscuros y claustrofóbicos, a medio camino entre los bajos fondos del Bronx y una ciudad futurista. Las texturas de la película también juegan a mezclar épocas y formatos: vemos los monitores de las cámaras que espían a los protagonistas, sensores de infrarrojos, imagen real y una peculiar imagen ralentizada causada por las drogas con las que trafican que permiten componer imágenes de violencia de una belleza casi abstracta, visualmente brillantes. Mención aparte merece la banda sonora de raiz electrónica compuesta por el escocés Paul Leonard-Morgan.
En definitiva, una buena película de acción con tensión, ritmo y momentos visualmente bien conseguidos. Nada más y nada menos.