publicado el 6 de septiembre de 2012
Imaginarse a Sherlock Holmes a orillas del Manzanares enfrentado a una serie de asesinatos que emulan los cometidos por Jack el Destripador es una oferta tentadora y bastante plausible como película ahora que está de moda pervertir héroes clásicos e inventar encuentros imposibles entre géneros, entre los que destaca, por marciana, la versión zombie de Orgullo y prejuicio. Que la idea sea de un realizador como José Luis Garci sólo le añade morbo –y formol–, a la fórmula de traer a España al personaje creado por Arthur Conan Doyle.
Marta Torres | Sherlock&Watson: Madrid Days tiene algo de confesión y de película de fin de ciclo. El mismo Garci confesaba que le apetecía volver a un personaje al que había conocido de joven y fantasear con él, llevarle a su terreno y, a la manera de un mash-up viejuno, hacerle interactuar con los superhéroes del Madrid del siglo XIX: el escritor Perez-Galdós y su Fortunata y Jacinta, el compositor Isaac Albeniz, interpretado por un imposible Alberto Ruiz Gallardón con barba y, claro está, el cocido madrileño y el jamón de jabugo. Es importante señalar que esta idea le vino a la cabeza paseando con Eduardo Torres-Dulce por la calle Génova, hace más de 10 años. Torres-Dulce participó luego en el guion de la película.
Protagoniza a Sherlock, Gary Piquer, actor nacido en Glasgow, de madre escocesa y padre catalán, de porte melancólico y perfectamente trilingüe lo que le aporta un aire un poco extraño a un personaje que se maneja como nadie en castellano pero que pronuncia los nombres ingleses como un locutor de la BBC. Piquer construye un Sherlock insufrible y con tendencia a soltar frases sentenciosas y a vaticinar el futuro (los perros policías, la corrupción política, la prohibición “equivocada” de los toros…). Muy diferente es Watson, interpretado por un explosivo José Luis García que viste un personaje mujeriego y abiertamente cañí con una devoción muy castiza por los toros, las porras y los cocidos. Podría decirse, en todo caso, que la personalidad y las opiniones de Garci transitan entre ambos personajes, o que son una suma imposible de los dos. Complementan el reparto Víctor Clavijo (joven periodista), Leticia Dolera en el papel de mujer de Watson, Manuela Velasco (niña bien), Macarena Gómez (cabaretera) y Belén López en el papel de amante secreta de Sherlock.
No obstante, lo que más llama la atención de la película, lo que podríamos considerar revolucionario si fuéramos muy cínicos, es su aspecto avejentado. Garci, quizá porque no era su intención, ha llevado más allá el amor por el vintage para construir un filme que parece sacado de los archivos más profundos de radio televisión española. Sin embargo, la cosa tiene su gracia si atendemos que el filme está hablando realmente del presente, y el efecto es similar a ver una obra de teatro decimonónica que hable del 15M… el resultado es, de una manera muy oscura y subjetiva, algo fascinante.
A pesar de su clasicismo de opereta, hay en este filme algo fallido que recuerda a las películas más locas de Raoul Ruiz (aunque sin su magia, entiendase) que tiene más que ver con las pulsiones y los miedos del autor. Detrás de la excesiva literalidad del texto, de sus texturas antiguas y de su rigidez general está la voluntad de convertir la película en una clave para desentrañar la turbia relación de poderes, dinero y sangre que dio a luz al siglo veinte. A la manera de un Alan Moore castizo, Garci se ha propuesto, de forma consciente o no, desentrañar el origen del mal que tiene su momento más sublime en la aparición de un Alberto Ruiz Gallardón con barba en el papel del compositor Isaac Albéniz y su punto más crítico en la presentación de Jack el Destripador como una fuerza colosal a favor de los intereses del poder y los chanchullos urbanísticos, representados por un marqués de Simancas con connotaciones de mafia rusa. Las dobles lecturas y las trampas metafóricas de esta imposible obra fuera de época la convierten en un folletín político que desvela mucho más de lo que su autor pretendía en un principio.