publicado el 16 de noviembre de 2012
Como cada año por estas fechas, aquí tenéis nuestro especial de Sitges, un festival que sigue siendo demasiado grande y terriblemente inabarcable y que fuerza a su público a escoger entre decenas de festivales posibles, el Sitges de las sesiones golfas poco o nada tiene que ver con el Sitges oriental o el de las primeras proyecciones del Auditori, el cine de autor o el más gore y festivalero. El festival, con más de 300 películas y miles de combinaciones, es un fascinante cubo de Rubik, un juego de muchas caras con algunas citas obligatorias. Éste, en todo caso, ha sido nuestro Sitges.
Marta Torres |
Menos terror y más humor negro: Sightseers y VHS
En el Sitges de este año ha habido menos sangre y pocas películas de terror. Por poner un ejemplo, en la sección oficial, con más de 30 películas a competición, apenas seis pueden considerarse “de miedo”, mientras que sí ha habido bastante mala leche y mucho humor negro. De terror era el filme de Elisabeth Lynch, Chained, sobre un psicópata que secuestra a un niño durante años o V/H/S, un filme coral con gusto por el cine ochentero y el found footage que parece el resumen y la culminación de todas las tendencias que ha sufrido el género los últimos años: cine barato y con vocación de parecer muy realista y enganchar al espectador acostumbrado a las grabaciones caseras y el “háztelo tu mismo”.
Del otro lado tenemos Sightseers del cineasta británico Ben Weathley, un filme que nos presenta el terror como algo cotidiano y hasta “de estar por casa” bajo la forma de una comedia profundamente oscura, fiera y salvaje. A Fantastic Fear of Everything también puede englobarse en esta corriente, aunque comparada con la anterior es bastante naïf. En otra liga juega John dies at the end, de Don Coscarelli. El director de Phantasma, que recibió en Sitges una Máquina del tiempo, presentó un filme anarquista y desprejuiciado con muchas dosis de surrealismo y un toque de humor adolescente.
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Coscarellli recoge su Máquina del tiempo |
Fuera de una concepción tradicional del horror, sí que ha habido terror psicológico e incluso social. Compliance es un buen ejemplo o incluso The Tall man de Pasqal Laugier. La primera es un perturbador relato sobre lo que somos capaces de hacer para agradar a la autoridad y el segundo es un filme en parte fallido que le da la vuelta al tradicional hombre del saco.
Demonios y brujería: The Lords of Salem y Sinister
A medio camino entre el terror y el cine fantástico se encuentran las apreciables Sinister y la esperadísima The Lords of Salem, de Rob Zombie. La primera es un interesante intento de Scott Derrickson de plasmar la naturaleza del mal en la pantalla, que además cobra interés si el mal es un demonio mesopotámico y su forma de entrar en la realidad es a través del celuloide. The Lords of Salem también juega con el cine y el satanismo para ofrecernos un viaje liberador a un infierno mucho más luminoso que la vida real. The Lords of Salem es una perturbadora excursión al interior de un cerebro femenino conectado con Satán con homenajes a David Lynch y a Roman Polansky. La película recibió una pitada monumental en el pase inaugural al tiempo que ha provocado profundas adhesiones y declaraciones de amor y odio.
Indiferencia y deseo, Cosmopolis y Antiviral
El retorno de David Cronenberg a Sitges con Cosmópolis ha suscitado una indiferencia clamorosa tanto entre la crítica como entre el público que quizá sólo pueda explicarse por el desinterés que la nueva etapa del director canadiense provoca entre una audiencia más cercana a las propuestas de horror enfermizo que le hicieron famoso en los años setenta y ochenta. Precisamente ésto es lo que nos proponía su hijo, Brandon Cronenberg, con Antiviral. Un filme que es capaz de unir conceptos tan distintos como los virus, los famosos y la vida después de la muerte en una película de ciencia ficción fría y calculadora. Una propuesta muy estimulante que gustó entre el público del festival y que provocó algún que otro enfrentamiento entre el director y la prensa ya que a Brandon Cronenberg le cuesta reconocer la influencia de su padre en su cine.
Cine extremo: Holy Motors y The ABCs of Death
Las dos grandes triunfadoras del festival son dos filmes que nacían de ideas radicales llevadas a la práctica desde perspectivas casi opuestas y, adelantamos, resultados muy diferentes. Holy Motors llegó a Sitges como la propuesta rara de la sección oficial. La dirige Leos Carax, cineasta francés que no firmaba un largometraje desde 1999 y que se había propuesto hablar del cine desde una perspectiva extrema y difícil para el espectador. Holy Motors mezcla sin pudor la imaginería más escatológica con el cine más delicado. Sorprendentemente, la película gustó mucho a casi todo el mundo, (aunque una pequeña parte de los críticos la consideró pedante). En todo caso, eso fue suficiente para que arrasara en la edición de este año con el premio a mejor película, mejor director, premio de la crítica y Melies d'Argent.
The ABCs of Death, por el contrario, parecía a priori el material ideal para un festival como Sitges. El filme era una antología de 26 cortometrajes, uno por cada letra del abecedario inglés, en el que otros tantos directores debían representar una forma de morir relacionada con la letra que les había tocado. Hemos de confesar que abandonamos el Auditori a mitad de la proyección. Salvo excepciones, la película es una recopilación de chistes malos y escatológicos sin ninguna ambición por hablar de la muerte o, simplemente, dar algo de miedo. Un producto que gustó mucho a los amantes del gore festivo y bizarro pero que se nos antojó terriblemente aburrido. Eso sí, muy gracioso el director japonés Noboru Iguchi en la presentación de la película, la verdadera estrella kitch del festival de este año y un encanto de persona. Iguchi presentaba también Dead Sushi y Zombie Ass: Toilet of the dead.
La ciencia ficción más tierna: Robot G y Robot & Frank
Al margen de la ciencia ficción de raíz más crítica y hasta distópica, el caso de Antiviral, se han proyectado este año muchas películas que nos presentan los avances científicos desde una perspectiva más luminosa y humanista. En todos los casos se trata de películas que tratan la relación de los seres humanos con los robots. Robot & Frank es casi una película de metaficción donde un robot “amo de casa” ayuda a Frank Langella a retomar su profesión en una película. Robot G es un caso parecido pero pasado por el filtro japonés, es decir, más inocente y a la vez, retorcido ya que en esta película es el abuelo quien da vida al robot, introduciéndose en su interior y haciéndose pasar por una máquina. En este apartado también podemos incluir la sección filmada por Kim Jee-Wong del filme coreano Doomsday Book, en la que aparece un robot que afirma que ha recibido la iluminación en un monasterio budista. El filme parece una adaptación del célebre relato Yo, robot de Isaac Asimov pero llevado por cauces más ambiguos que el cuento original.
The Cabin in the Woods
Lo mejor del festival, un producto mutante, una bomba de relojería que juega con todos los registros del subgénero de las cabañas-donde-un-grupo-de-amigos-son-asesinados de una manera absolutamente sorprendente. Un festín para los amantes del terror que es también un artilugio para aprender a hacer cine. Lo mejor del festival, no, un festival en sí mismo. No fue a competición porque llevaba mucho tiempo corriendo por la red y se ha podido ver ya en muchos festivales, quizá por este motivo Aurum ha decidido no estrenarla en cines, una lástima.
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Medianoche en Sitges