publicado el 24 de abril de 2013
Marta Torres | DESDE QUE GANARA EL PREMIO CRIMS DE TINTA POR SU PRIMERA NOVELA, La mala dona, Marc Pastor ha jugado en cada una de sus obras a rendir homenaje a un género distinto (la novela negra, la literatura bélica, la ciencia ficción inspirada en los años 50…) sin renunciar por ello a un fuerte sello personal. Una voz propia que no sólo es capaz de hablar distintos idiomas literarios, sino que construye con ellos un corpus coherente y personal que les da sentido. Bioko, su nueva novela, vendría a ser la piedra angular de lo que ya podemos denominar universo Pastor: una historia de aventuras tropicales que es también una novela de ciencia ficción, una investigación criminal y, lo más importante, una regresión juguetona a la juventud de Moisés Corvo, el inspector protagonista de su primera novela, aquí convertido en militar deslenguado destinado a África.
Bioko es una intrincada muñeca rusa con múltiples conexiones. Funciona como una máquina que comunica mundos literarios ajenos (desde Alejandro Dumas hasta Julio Verne o el mismo Alan Moore), reutiliza personajes y hechos históricos e inventa pasados improbables y antiguas mitologías. Pastor juega a complicarse la vida con un artilugio más que difícil de manejar, con tramas y subtramas, alteraciones en el orden de la acción, cambios en el punto de vista y bifurcaciones que deforman lo que el lector sabe o cree saber sobre los protagonistas. El lenguaje, vivo y trabajado, es el primer eslabón de esta complicada maquinaria que maneja con soltura ideas de la época, expresiones coloquiales y una rica colección de símbolos (el escorpión, el reloj, la muerte, el barco, la selva…). Da la impresión que Pastor ha querido exprimir al máximo sus recursos para crear esta novela ambientada en una pequeña isla situada frente a las costas africanas. También da la impresión que se lo ha pasado muy bien haciéndolo.
¿Y de qué habla Bioko? La novela sitúa a un joven Moisés Corvo en un destacamento militar español perdido en una pequeña isla africana, Fernando Poo para los colonizadores y Bioko para los nativos. Al margen del argumento, que no desvelaré, la novela es en el fondo un viaje hacia el sentido último de lo que es o significa la isla, un territorio inhóspito y salvaje, sin senderos visibles, por donde deambulan los personajes del libro, casi un símil perfecto de lo que es una novela, un lugar para explorar y desde el cual, a pesar de ser una isla, el lector avezado podrá saltar hacia realidades literarias y de la imaginación insospechadas. Bioko es, sobretodo, una grata sorpresa.