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publicado el 21 de junio de 2013

El hombre excesivo

Que Warner Bros haya confiado en Zach Snyder para su reformulación del superhéroe de los superhéroes tiene su lógica. Qué mejor que escoger a un director acostumbrado a la copia literal de Comic Books (300, Watchmen) para que de forma a un proyecto bendecido por Christopher Nolan, el director que rescató a Batman de los abismos kitsch y lo oscureció hasta convertirlo en una fructífera franquicia contemporánea. El libreto, además, es de David S. Goyer, cooperador habitual de Nolan en la saga Batman y antiguo guionista de comics. El objetivo es diáfano: se trata de modernizar al héroe clásico de la película de Richard Donner, Superman (1978), que sigue siendo el referente pese a todo, quitarle colorines, acelerar la narración y buscarle algún trauma para oscurecer al personaje y hacerlo creíble a las nuevas audiencias.

Marta Torres | Para ello, han dado la vuelta a todas sus señas de identidad, desde las características de su planeta de origen hasta su nombre, la forma de su traje o su carácter. La película entera (dos horas y 20 minutos) es una simple justificación a estos cambios, una obra de ingeniería que la aleja de las películas anteriores para centrarse en una idea más maleable del personaje original. En la película, Clark Kent, interpretado por un estupendo Henry Cavill, es un niño triste y un joven alienado. Con acierto, en mi opinión, los guionistas han potenciado su naturaleza extraterrestre: el nuevo Clark es más un ser venido de otro mundo que un hombre con poderes extraordinarios. Aunque, eso sí, mantiene la esquizofrenia típica de los superhéroes con doble personalidad a la que se añade un nuevo trauma creado exprofeso para esta franquicia. El antiguo Superman era demasiado luminoso para los gustos actuales. La película entretiene, tiene ritmo y es imaginativa a la hora de proponer variaciones en la vida de nuestro héroe. Sin embargo, falla en su excesiva gravedad.

En mi opinión, hay otro motivo para escoger a Snyder. Superman es el padre de los superhéroes, un destilado de la esencia de lo “Americano” que toma formas excesivas. La misma S de su nombre ya nos indica que es el más fuerte, el más rápido y el más cumplidor de la ley. Un superhéroe así necesita un director de maneras excesivas y Zack Snyder quizá sea el más excesivo de todos. Desde el diseño de producción hasta el montaje, en El hombre de acero todo es de un barroquismo formal avasallador. Las escenas de acción son de una cinemática deslumbrante, absolutamente fuera de medida, y pueden llegar a agotar a los espectadores a los que les gusta la acción a la vieja usanza. Snyder ha optado por el artificio para explicarnos al nuevo héroe, tonos apagados, trajes recargados, planos imposibles, recursos narrativos televisivos y los combina con secuencias supuestamente intimistas que funcionan como libros de fotografías familiares.

En este punto, hay que hacer un inciso. La reformulación del mito de Superman prometía una indagación más sutil acerca de los sentimientos de nuestro superhéroe más longevo o al menos un retrato más intimista del personaje. Es cierto que le han buscado claroscuros y problemas familiares pero lo han hecho a trazo grueso y con argumentos y fórmulas simplistas e infantiles; con lo que la gravedad con la que se reviste la película puede hasta resultar ridícula.

Un ejemplo que ilustra esta mezcla de artificio y falsa profundidad son las secuencias en las que vemos a Clark de niño de una manera idealizada. Son imágenes que parecen ensoñaciones bucólicas, como en una película de Terrence Malick, pero que sirven sólo de mero adorno decorativo, ya que en muy contadas ocasiones tienen sentido alguno más allá de la exhibición formal (conté sólo una en que estuviera justificado). Sin embargo, este torpe acercamiento, más intimista y delicado, al superhéroe nos dan pistas sobre lo que podría haber sido la película si se hubiera dirigido a un público un poco más adulto.

En definitiva, una historia imaginativa con un Superman reformulado y más interesante que el héroe original, con algunas salidas de tono un tanto infantiles, un poco demasiado grave, entretenida y hecha a lo grande. Habrá segunda parte.


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