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sitges 2013 - películas

publicado el 21 de noviembre de 2013

Comedia crepuscular

Pau Roig | Nick Frost pero sobretodo Simon Pegg necesitaban recuperar la chispa perdida en sus últimos y no especialmente afortunados trabajos, tanto conjuntos –su fallida incursión en Hollywood: Paul (Id., Gregg Mottola, 2011)–, como en solitario, especialmente en el caso del segundo, no tanto por su participación en Star Trek: En la oscuridad (Star Trek: Into darkness, J. J. Abrams, 2013) –lo mejor de un filme bastante por debajo de lo esperado– como por su anterior incursión en el terreno de la comedia negra, la fallida A fantastic fear of everything (Crispian Mills y Chris Hopewell, 2012). Nada mejor, pues, que recuperar al realizador de sus dos películas más recordadas, Zombies party (Shaun of the dead, 2004) y Arma fatal (Hot fuzz, 2007), Edgar Wright, para completar lo que algunos ya se han atrevido a bautizar como una trilogía.

Bienvenidos al fin del mundo, así, incide en las principales señas de identidad de los dos títulos citados desde una perspectiva digamos más madura o crepuscular (han pasado ya prácticamente diez años desde su primera colaboración), algo que no es ni sería necesariamente malo en sí mismo si no fuera por su asumida adscripción a una fórmula que sigue funcionando pero que carece de la capacidad de sorpresa y la frescura original. Si en Zombies party el detonante argumental era una apocalíptica plaga de muertos vivientes y en Arma fatal un complot criminal de ecos sobrenaturales (y paralelismos evidentes con el giallo italiano), ahora es el turno de la ciencia ficción en lo que sólo a simple vista parece un remedo de La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the body snatchers, Don Siegel, 1956): el regreso de cinco amigos a su gris ciudad natal para completar una ruta de bares que no pudieron recorrer en su totalidad veinte años atrás –“La milla de oro”– supondrá, así, la revelación de una invasión alienígena en toda regla (los extraterrestres han suplantado a la práctica totalidad de los habitantes del lugar, dejando en su lugar réplicas exactas de los mismos carentes de verdaderas emociones), principal punto de inflexión de un guión que antes que de invasiones interplanetarias focaliza su interés en la amistad y el inexorable paso del tiempo y, con él, en la mitificación de la infancia y la defensa del infantilismo y la inmadurez como modo de vida (yendo más allá, también en la absoluta pero tremendamente necesaria estupidez de la propia condición humana).

Como era de esperar –y como siempre al borde de la sobreactuación–, Simon Pegg ejerce de líder imposible de esta pandilla que probablemente nunca fue tal, finalmente (re)unida de verdad frente a una amenaza que puede suponer la destrucción del mundo tal y cómo conocemos, y lo hace a lo largo de un metraje excesivo y excesivamente irregular (defecto que comparte con Zombies party, igual que su descuidado dibujo de personajes secundarios), que alterna gags de antología y chistes de una efectividad a prueba de bombas con momentos innecesarios e incluso burdos y que tras un brillante tramo central se estanca de forma irremisible en un tercio final disperso y desangelado. Brillante en su retrato de los perdedores protagonistas, pero también en su condición de mosaico nada complaciente del nivel de incomunicación y silencio culpable y de la frialdad que se han instalado de forma permanente en las sociedades actuales contemporáneas, Bienvenidos al fin del mundo acaba quedando así un poco en tierra de nadie, sacrificando su nada desdeñable potencial subversivo y reflexivo en beneficio de golpes humorísticos tanto visuales como verbales que sólo en momentos puntuales brillan a la altura de sus ilustres precedentes.


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