Humor sangrante

Lluís Rueda | Afirmar que la nueva propuesta de Aharon Keshales y Navot Papushado es fallida, no solo sería temerario sino muy poco objetivo. Pero no es menos cierto que muchos espectadores han tenido ciertos problemas para aseverar su tono, un compuesto de sórdida violencia y de humor astracanado que no siempre casa, más cuando hablamos de temas tan delicados como el abuso y mutilación de menores y las consecuencias de tomar la justicia por la mano. El film propone asuntos de interés como la ineficacia policial y la peligrosa militarización que sufren varias generaciones de israelíes y respode a las mil maravillas como una espléndida arma metafórica para denunciar el odio racial y los conflictos sociales, sin embargo, podemos afirmar que el sentido del humor autóctono del que hacen uso los responsables de Rabbies se indigesta en muchos tramos y echa al traste con ciertos pasajes de atmósfera irrespirable. El calado oscuro y pesadillesco del filme siempre impera, es acertado y sobresaliente, pero uno no deja de pensar en esta historia que coquetea con el cuento de Caperucita Roja en términos más descarnados. Jugar a ser Blake Edwards y Michael Haneke a la vez puede cortocircuitarnos como espectadores. Todo y ello, celebramos los méritos de un filme absolutamente valiente y con detalles excepcionales.