publicado el 2 de septiembre de 2016
Fede Alvarez, director del ‘reboot’ de Evil Dead, es el realizador al frente de No Respires, una cinta que orquesta una idea del horror honesta y directa. El filme que ha causado sensación en la taquilla norteamericana puede mirarse desde varios ángulos: por un lado contiene todos los ingredientes que cualquier aficionado al cine de suspense desea contemplar en una sesión, en ese sentido es impecable, sin embargo uno tiene cierta sensación de que este relato fosco protagonizado por tres jóvenes ladrones que planean un último golpe, la casa de un hombre ciego que esconde una fortuna, es un poco más de lo mismo.
Lluis Rueda | No hay atisbo de nada especialmente original o sucintamente transgresor. Cierto es que la cinta ofrece un interesante equilibrio entre la apuesta comercial y el terror de autor de corte independiente pero puestos en este territorio resulta relativamente conveniente comparar No respires con otro filme prácticamente denostado y ciertamente reivindicable dentro de un registro argumental similar, me refiero a la poderosa cinta de Julien Maury y Alexandre Bustillo Livide (Livide: Herencia Maldita, 2011). La de Maury y Bustillo si es una pieza que pervierte códigos e intensifica la premisa argumental con dosis ingentes de poesía malsana y grotesca irreverencia cinematográfica. Resulta sorprendente que teniendo en cuenta la existencia de piezas maestras del género en el cine de principios del siglo XXI, joyas de filmografías asiáticas, ‘torture films’ imprescindibles de la reciente hornada de talentos europeos, especialmente con la impronta reciente del cine de horror francés de las últimas décadas (se me ocurren Haute Tension o Martyrs como ejemplos), el espectador moderno no ejerza una mayor capacidad de exigencia.
En ese sentido No respires es mucho más cercana en su formulación y pragmatismo a la prescindible The Collector (Marcus Dunstan, 2009) que a cualquier otra experiencia fílmica notable. Sin embargo, el film de Fede Alvarez, sabe salir airoso de ciertas incoherencias de continuidad, que cabe pasar por alto, y muestra un pulso muy meritorio en la plasmación del horror claustrofóbico. No respires posee chispazos de modélica puesta en escena, un pragmatismo acomodaticio que no discute su naturaleza comercial y, cierto, no pocas escenas que quitan la respiración. Sin ánimo de polémica, esta es una película que hará feliz al espectador medio alejado del horror más ‘underground’ y hará cosquillear las entrañas de los amantes del cliché. Otro aspecto seductor es que el filme esté ambientado en Detroit, la ciudad fantasmal por antonomasia, un laberinto de casas abandonadas donde toda idea del horror es posible, y la decadencia es tan plástica como una pesadilla de tintes ‘lovecraftianos’. Felicitar a su director por cómo introduce algunas buenas ideas, como la de virar en gris algunas escenas nocturnas, elemento que crea un desasosiego inédito, y por su capacidad para construir metralla hiriente en el conjunto de un film que siempre pudo ser más visceral, menos constreñido, más... tortuoso y arrebatadamente 'torture'.