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publicado el 18 de junio de 2006

Ciber Nautilus

Lluís Rueda | No deja de ser una paradoja que un filme que cuenta con galardones tan importantescomo el premio Fipresci de Venecia, otorgado por la prensa, o el Méliès de Oro a la Mejor Película Europea de Cine Fantástico tarde seis años en estrenarse en nuestra cartelera. Si a ello se suma la originalidad de la propuesta y la interesante disertación sobre el intangible entorno cibernético, la omisión por parte de las distribuidoras es aún más preocupante si cabe. Tomás está enamorado plantea un futuro inmediato en el que la pantalla del ordenador es la única ventana al mundo, fuente de sensaciones y sentimientos postizos o emascarados, que nos emplaza a una asepsia deshumanizante.

Tomás, un agorofóbico que lleva ocho años sin pisar la calle o tener contacto físico con nadie, practica cibersexo y organiza su elemental vida como un Capitán Nemo encerrado a cal y canto en su Ciber Nautilus. Pierre-Paul Renders se ciñe cinematográficamente al campo de la pantalla de ordenador, a su chispeante geometría conformada por ventanas y webcams. El nuevo espectro fílmico que propone el realizador se basa en el zoom y en la fragmentación, en el plano corto de hieratismo televisivo, pero en cambio el dinamismo del nexo de lo contado, su diágesis de compresores y señales intangibles es tan válida como el contenido de un manual de cine clásico.


El nuevo espectro fílmico que propone el realizador se basa en el zoom y en la fragmentación, en el plano corto de hieratismo televisivo, pero en cambio el dinamismo del nexo de lo contado, su diágesis de compresores y señales intangibles es tan válida como el contenido de un manual de cine clásico.

Las nuevas fórmulas cinematográficas, como las nuevas formas de relacionarse con los demás están cambiando. Filmes como Demonlover de Olivier Assayas o Avalon de Mamuro Oshii ya pusieron en la picota ciertos aspectos de esa monstruosa performance que se esconte tras los bytes, otro francófono como es Renders va aún más allá y nos convierte en protagonistas interactivos de una función mundana y cotidiana bien revestida en efectos 3D.

Acaso resulte redundante el debate moral interno del filme, inoportunamente moralizante en su desenlace, pero no hay lugar a dudas de que la propuesta es fresca, valiente y endemoniadamente atractiva.

El cine también se adapta a los nuevos tiempos, no utilizando únicamente la informática como una herramienta para crear diseños artísticos improbales, sino para aplicar su singularidad al patrón de una historia. En ese sentido la eficacia de Tomás está enamorado es francamente estimulante.


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