publicado el 7 de mayo de 2007
Lluís Rueda | En un acierto del guión de Spider-Man 3, el personaje interpretado por Tobey Maguire, se muestra admirado por todo el merchandising que genera la marca Spider-Man. Esta referencia metalingüística, de inopinada madurez creativa, hace de Spider-Man 3 un producto capaz de guiñar el ojo a sus legiones de avezados fans, pero también de captar a un público menos cerebral. Quizás esta tercera entrega conjuga mejor que ninguna de las anteriores un equilibrio entre el espectáculo, la parodia autoreferencial y la intensidad dramática; por ello, el filme sale airoso de todo prejuicio, de toda suspicacia... Estamos ante un entretenimiento de tomo y lomo en el que cada pieza del juguete encaja a la perfección y donde, además, Raimi, enmienda los errores que lastraban sus anteriores entregas, especialmente la segunda (donde la acción era meramente acumulativa y no desplegaba una intensidad dramática adecuada).
Todo cuanto rodea a Peter Parker en este filme parece haber madurado un tanto, y es que Raimi construye una fábula sobre el fin de la adolescencia que mucho tiene que ver con Neverland (y desde luego con Peter Pan), con los sueños perdidos.
Valga como ejemplo un personaje, a priori tan poco atractivo, como el Hombre de Arena (Thomas Haden Church) al que el realizador construye un pasado, un presente esquivo y un final-redención de enorme poética. Es tan solo un ejemplo al azar, pues todo cuanto rodea a Peter Parker en este filme parece haber madurado un tanto, y es que Raimi construye una fábula sobre el fin de la adolescencia que mucho tiene que ver con Neverland (y desde luego con Peter Pan), con los sueños perdidos. Para el director de Darkman (1990), Parker es un niño atrapado en el cuerpo de un adulto, una particularidad que combina a la perfección en el perfil de Maguire, tanto como en otros tiempos podría haberlo hecho con la de Michael J. Fox; de ahí que lo único criticable del filme sea que a Raimi se le va la mano en su intento por ridiculizar a un Parker perdido entre el mundo de los adultos (véase esa bochornosa y discutible secuencia en el bar de jazz, digna del más psicotrónico capítulo de Xena, la princesa guerrera). Por lo demás la cinta resulta impecable, plagada de villanos con entidad como ese fotógrafo trepa y cínico, Eddie Brock, que es literalmente poseído por el 'simbionte' extraterrestre: apunte Sci-Fi de lo más conveniente por su prurito pulp.
¿Alguien dudaba de que Raimi iba a perder el irreverente humor mostrado en joyas como El ejército de las tinieblas (Army of Darkness, 1992)? El eclecticismo de esta entrega da fe de la autoría que ha mostrado el creador de Posesión Infernal a lo largo de su carrera, un realizador claramente preocupado por hacer con el personaje dual que encarna Peter Parker una crónica del 'diferente' más cercana a Eduardo Manostijeras que a la canónica Superman (1978) de Richard Donner. Sam Raimi se ensimisma por el héroe a cara descubierta, el chico cotidiano que entiende que Spider-Man es su más peligroso y castrante enemigo. Por ello, el encaje de ese perfil gótico que dibuja el realizador, en sintonía con la obra de Louis Stevenson El Doctor Jekil y Mr. Hyde, resulta tan extraordinariamente apropiado. Ivan y Sam Raimi han construido el guión más compensado en cuanto a complejidad emocional del moderno cine de superhéroes, pero también el más virtuoso en cuanto a encaje de la acción.
Spider-Man 3 puede ser un espectáculo tan vanal como uno desee interpretar y, desde luego, tan inmediato como uno esté dispuesto a asumir. Pero, lo cierto, es que su combinación de efervescencia hipnótica y tragedia cotidiana hace empatizar a niños y a adultos por igual.
Spider-Man 3 puede ser un espectáculo tan vanal como uno desee interpretar (habrá quien lo encuentre excesivamente infantilizado) y, desde luego, tan inmediato como uno esté dispuesto a asumir. Pero, lo cierto, es que su combinación de efervescencia hipnótica y tragedia cotidiana hace empatizar a niños y a adultos por igual. Es obvio, no estamos ante el Raimi radicalmente turbio de Darkman, acaso el más estimulante filme de su carrera -y el que más inspira al personaje de Harry Osborn (James Franco)-, pero sí ante un director capaz de hilvanar ese gusto por lo bizarre en un corpus fílmico impecable. En Spider-Man 3 se dan cita ecos shakesperianos alambicados en la pulsión de una viñeta poderosamente en fuga. Spider-Man 3 es la mejor adaptación de un cómic nunca ideada (y por extensión debería hablar del conjunto de la saga), tanto por su irresistible condición pop como por su mayúscula capacidad para hacer del cine una aventura que involucra al espectador de un modo vertiginoso (algo sobre lo que deberían reflexionar los fans de Sin City o 300, defensores a ultranza de eso que podríamos denominar 'cine-diapositiva' posmoderna).
Capítulo aparte en este auténtico festín para amantes del fantástico merece el trabajo de planificación de las escenas de acción, espectaculares, vibrantes, y lo qué es más importante, con una progresión narrativa inédita.
Capítulo aparte en este auténtico festín para amantes del fantástico, tanto a los que gustan del acabado crepuscular como a los que se pierden por los gadgets, merece el trabajo de planificación de las escenas de acción, espectaculares, vibrantes, y lo qué es más importante, con una progresión narrativa inédita. No hay enfrentamiento que no discurra como un diálogo visual, un insulto o un perdón gestual. Esta capacidad, tan acertadamente cinematográfica, está ideada con artesanal virtuosismo: poco, o casi nada, percibimos del trabajo infográfico, el milagro técnico que ha diseñado Raimi permite que nos trasportemos a una auténtica montaña rusa: atalaya privilegiada para un espectador harto de asistir a explosiones tormentas y sacudidas desde la distancia de la estampa hiperrealista. A diferencia de otros productos, Spider-Man 3 está ideada para arrastrar al público al interior de la pantalla, no para abrumarlo desde la distancia.
Todo esto concede a Sam Raimi el estatus de realizador-espectador, en desigual orden, en su breviario heterodoxo personajes como Mary Jane (espléndida Kristen Dunst) tienen una visceralidad y un poso extraordinarios, véase la maravillosa la escena de despedida en el puente, pero también el humor inteligente resulta de lo más estimulante, no se pierdan esa escena de Spidey sacudiéndose el interior de sus botas tras pelear con el Hombre de Arena. Son ejemplos al azar, todo y cada uno de los elementos, acción, emoción, tragedia, comedia conforman en Spider-Man 3 parte de una misma esencia: la del cine de entretenimiento inteligente para mayores y pequeños. Vaya, un festín para disfrutar en familia.