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publicado el 14 de diciembre de 2007

Hotel Psycho

Lluís Rueda | Si bien el planteamiento del último filme de Mikael Häfström, basado en un relato del prolífico Stephen King, puede resultar algo manido dada su condición de episodio catódico alargado hasta decir basta, no es menos cierto que se disfruta con convicción. 1408(2007) es un producto de acabado intachable y excelente atmósfera, que se sostiene en buena medida gracias a una meridiana capacidad para sorprender al espectador.

1408, parece un filme rémora del clásico El Resplandor (The Shinnign,1980) de Stanley Kubrick, insiste en idénticos lugares comunes, adapta una obra del mismo autor y, cabe decirlo, su trama está urdida con un gusto por el detalle que arrastra al espectador al paroxismo participativo. El tétrico juego de 'biombos' irreales en un espacio reducido, rentabilizado como una maravillosa ‘Casa del Horror’, resulta magnífico, sin embargo, convendrán los espectadores de nervios de acero que unas dosis de mayor contundencia, mala saña, e incluso pertinente sutilidad a la hora de desplegar el suspense hubieran convertido el producto en algo más amedrantador; acaso como la igualmente poliédrica, pero sustancialmente hiperbólica, obra maestra de Stanley Kubrick ambientada en el hotel Overlook –el común denominador de la cual se sustenta en la mezcla perfecta entre sugestión y contundencia-. 1408, es un digest del ideario clásico de King –con el escritor protagonista como víctima y culpable- que podría pasar sin problemas como un episodio de Twilight Zone lujoso en oropeles –se entiende diseño de producción- y bien engrasado en la mecánica –el aspecto narrativo.

Hay que decir que el engranaje de este horror film de tintes psicológicos es preciso y milimétrico gracias al buen hacer de sus guionistas Matt Greenberg, Scout Alexander y Larry Karaszewki. No obstante, el filme, construido sobre los mimbres de un arranque poco menos que espléndido, adolece del mismo síntoma empobrecedor que una cinta que levantó muchas expectativas en su momento, me refiero a La ventana secreta (Secret Window,2004) de David Koepp, por cierto, también basada en un relato corto de Mr. King. El filme de Koepp, decepcionante, resultó una retahíla de golpes de efecto ensamblados con arbitrariedad en un conjunto desangelado y poco estimulante, máxime si lo comparamos otor filme del prolífico guionista y realizador, tan magistral como El último escalón (All Falls Down, 2004).

Uno tiende a pensar que las últimas películas basadas en los relatos del escritor norteamericano se contagian de un mal endémico que, por otro lado, este siempre ha arrastrado a lo largo de su carrera como escritor; acaso debiéramos salvar de esta apreciación la magnífica adaptación de David Cronenberg La Zona muerta (The Dead Zone, 1983), una muy personal revisión del material original de King o a la efectiva e interesante Misery (1990) de Rob Reiner, un thriller psicológico muy competente. No obstante, cabe señalar que Stephen King es un buen hacedor de brillantes argumentos pero, a la sazón, un sobrevalorado escritor. Lo cierto es que su capacidad a la hora de llevar excelentes ideas a buen puerto es muy discutible, todo y que suene a tópico manido o a soflama de crítico anti best-seller.


Mikael Häfström insiste en una idea expuesta con anterioridad en su filme El fantasma del lago (Drowning Ghost, 2004), concretamente en el análisis del sentimiento de culpa conformado en pesadilla singular: es decir, los errores del pasado encarnándose en fantasmas furibundos

La antes citada El Resplandor de Stanley Kubrick, sería el mejor ejemplo del razonamiento expuesto, cuanto la adaptación de la novela más se aleja del original, obvia sus fuentes y recae en manos de un autor capaz de destilar el pedigrí de la obra original, más satisfactorio es el resultado cinematográfico. 1408 maneja con posibilidades el extracto atmosférico y psicológico que se desprende del relato original pero es excesivamente complaciente con los retruécanos argumentales a los que acostumbra la acumulativa progresión de la prosa del escritor norteamericano.

Por otro lado, con 1408, Mikael Häfström insiste en una idea expuesta con anterioridad en su filme El fantasma del lago (Drowning Ghost, 2004), concretamente en el análisis del sentimiento de culpa conformado en pesadilla singular: es decir, los errores del pasado encarnándose en fantasmas furibundos. En el caso del escritor de lo oculto Mike Enslin (John Cusack) la precipitación de lo ominoso y lo onírico entre las paredes de la habitación que da título al filme es el fracaso como padre, como hijo y, desde luego, como marido. Y a eso me remito, King siempre procura justificar lo esotérico de un modo excesivamente racional, nunca deja envenenar sus textos de algo realmente amoral, diabólico o maloliente –así lucen las adaptaciones cinematográficas extremadamente fidedignas.

En lo global del filme cabe destacar el mérito interpretativo de ese actor todoterreno –y dotado de tantos registros- que es John Cusack y, en otro orden de cosas, el magnífico score de Gabriel Yared: francamente sin la mixtura asfixiante de su composición esta pesadilla interminable, acaso excesivamente desnaturalizada, perdería muchos enteros. Apreciable resulta la puesta en escena del filme, centrada en un único decorado que se reinventa azuzado por las veleidades de la mente del protagonista y que distorsiona la realidad como un espejo oblongo ideado por la mente de un H. P. Lovecraft o un Arthur Machen. Valga decir, sin adelantar aspectos esenciales de la trama, que se construyeron cuatro versiones distintas de la misma habitación para ubicar las diferentes etapas ‘paranoides’ del filme.

A mi entender, esta claustrofóbica pieza de cámara podría convertirse sin mayores problemas en obra de teatro, casi en monólogo críptico, a la manera de una versión libérrima de la novela Soy Leyenda. ¿Acaso no les remite el confinado Cusak al brillante Vincent Price (Dr. Robert Morgan) de la versión cinematográfica del clásico de Richard Mathesson The Last Man on Earth realizada en 1964 por Ubaldo Ragona?

La temática planteada en el filme de Häfström, no sorprenderá en exceso a los afines al género, en detrimento de los aciertos del filme bueno es puntualizar que la maquinaria narrativa y el particular concepto de habitáculo con alma vengativa es un clásico del horror al uso. Citar ejemplos como La caída de la Casa Usher (House of Usher, 1960) de Roger Corman o House on Haunted Hill (1959) de William Castle sería relativamente fácil, pero sin embargo hallaríamos ejemplos inmediatos en nuestro estimulante cine español, como La habitación del niño (2006), pieza maestra de Álex de la Iglesia para el proyecto televisivo Peliculas para no dormir.

En resumen, disfruten de la excelente primera hora de este gran planteamiento pergeñado por Stephen King y, a partir de ahí, déjense llevar por la inercia del obligado gusanillo que siempre debe llevar consigo el buen espectador. A pesar de lo que pueda parecer a primera vista, dada la estereotipada interpretación de Samuel L. Jackson como director de ese ‘Hotel Dolphin’ de Nueva York que alberga la habitación funesta, él no es el fantasma del relato ni el citado hotel tiene que ver un ápice con algún batiburrillo fílmico de naturaleza bastarda tipo Los Otros (The Others, 2001)) de Alejandro Amenábar. Eso, ya me perdonarán, en los tiempos que corren no es poca cosa.


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