publicado el 28 de enero de 2008
Marta Torres | La criatura perfecta es el resultado de la apuesta personal de un joven realizador neozelandés, Glen Standring, autor también del guión, y del esfuerzo del productor Tim Sanders, ganador de dos premios BAFTA por El señor de los anillos. El film propone una mezcla algo heterogénea entre historia especulativa, o ciencia ficción histórica, y vampirismo, y lo adereza con una estética retrofuturista, a medio camino entre Sky Captain y el mundo del mañana, Dark City y La liga de los hombres extraordinarios, aunque deudora de propuestas tan poco originales hoy en día como Matrix, Underwold y Blade.
Pocos mitos, exceptuando quizá a los zombies, han gozado de un tratamiento más intensivo en el cine que el de los vampiros. Concebidos en un principio como criaturas sobrenaturales y maléficas, se convirtieron muy pronto en la excusa perfecta para poner en entredicho la estrecha moral puritana de la sociedad decimonónica. Es el caso de la mayor parte de las aproximaciones a Drácula, un ser sin tabúes sociales enfrentado a una sociedad neurótica, personificada en la figura de su gran antagonista: el doctor Van Helsing. A esta figura clásica se han añadido incontables aproximaciones que van desde su plasmación como figura romántica condenada a la oscuridad y a la muerte en vida (Entrevista con el vampiro, 1994, Neil Jordan), como metáfora de la juventud inadaptada (El regreso de los vampiros vivientes, 1977, George A. Romero) o, despojado del componente sobrenatural, como excusa para tratar temas como la obsesión o los límites de la adicción, (The Addiction, 1995, Abel Ferrara), pasando por propuestas que priman el terror (Misterio en Salem’s Lot, 1979, Tobe Hooper) o la mezcla de géneros (Vampiros de John Carpenter, 1998, John Carpenter). De todas las aproximaciones posibles, quizá la menos interesante, y la que parece se está llevando el gato al agua últimamente, pasa por la apuesta por la acción, la estética pseudo gótica o ciberpunk y los efectos especiales. Es el caso de Underwold (2003, Len Wiseman) o Blade (2008, Stephen Norrington), propuestas que sitúan al vampiro más cerca de la órbita del superhéroe que del monstruo o el angel caído.
La criatura perfecta se presenta como un filme que quiere dar la vuelta a la mitología vampírica alejándolo de la esfera de lo sobrenatural. En la película de Glenn Standring, los vampiros son producto de la ingeniería genética y forman una Hermandad de santos varones empeñada en salvar a la humanidad de sí misma: en justa paradoja, el director acaba con el mito convirtiéndolo en algo muy similar, en rituales y formas, a la Iglesia católica, apostólica y romana, empezando por la comunión y terminando por el celibato.
La acción, y este es quizá uno de los mayores aciertos del filme, se desarrolla en un imposible siglo XX, una realidad paralela a la nuestra donde el principal transporte aéreo son los zeppelines y donde la genética es una actividad controlada por el gobierno y la Hermandad vampírica, una suerte de iglesia integrada por superhombres nacidos de las artes de un alquimista del siglo XV. El recurso a la ciencia ficción histórica permite, por un lado, llevar el cine de vampiros a las esferas de la sociología de laboratorio, lo que no deja de ser interesante, y colar una broma inocente (aunque ligeramente morbosa) sobre el clero y su firme oposición a la manipulación genética. Este recurso también justifica su estética retrofuturista, bastante bien conseguida, que gracias a un buen diseño de producción dotan a la película de una suave pátina, entre bruñida, polvorienta y lluviosa (no en vano sucede en Londres) que recuerda tanto a Sky Captain como a Charles Dyckens.
El detonante de la acción es una serie de cruentos asesinatos en los que el factor fundamental es la pérdida de sangre, lo que parece indicar la existencia de un desertor o un loco entre los miembros de La Hermandad. Una idea interesante (¿un vampiro psicópata, un apóstata?) y completamente desaprovechada durante toda la película. El filme se desarrolla en todo momento de acuerdo con los parámetros de una investigación criminal sin ahondar demasiado en los motivos que han llevado a uno de los hermanos vampiro al asesinato. La estructura toma la forma de una serie de enfrentamientos entre el asesino y las autoridades, y se sitúa dentro de los límites de una filme de acción con historia de amor incluida, punteado por algunos aciertos de puesta en escena o incluso por alguna que otra secuencia inspirada, como el encarcelamiento del desertor -el único vampiro verdadero de la historia-, las secuencias iniciales o el retrato de los bajos fondos de un Londres empobrecido. No obstante, no deja de ser una suma de buenas intenciones que va perdiendo fuelle a medida que avanza la historia por culpa de un guión sin garra, unas actuaciones desangeladas y una realización que copia los peores vicios del cine hi tech contemporáneo: precipitación, montaje en corto y toda clase de artificios formales. Si hemos de adscribir La criatura perfecta en alguna corriente del vampirismo, ésta estaría sin duda más cercana a Underworld y a su envarada sofisticación de postal, aunque tocada por un leve toque mesiánico a 'lo Matrix'. Le salva, eso sí, la impagable excentricidad de la historia.