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publicado el 4 de noviembre de 2008

El psicópata errante y sus arcángeles

Lluís Rueda | El debutante realizador y guionista Bryan Bertino, se suma a la larga lista de jóvenes realizadores que han comenzado su carrera, en lo que en el apartado del horror se refiere, sin trastabillar entre manidos refritos y con un buen puñado de argumentos cinematográficos, tantos como para quitarse el sombrero. Se entrevé, y con sabrosa virulencia, que las posibilidades del realizador quizás vayan más allá de los otrora pronto encumbrados Victor Silva (Jeepers Creepers) o Marcus Nispel (La Matanza de Texas 2005), Bertino tiene maneras y un discurso muy bien enjuagado en ‘survivals thrillers’ del corte de Perros de Paja (Sam Peckinpah) y Defense (John Boorman) o en obras quintaesenciales como Halloween(John Carpenter). Los Extraños es un sórdido relato con cabaña en el bosque y pareja acosada, que hará las delicias de aquellos que sofocaron su prurito ‘maniac’ entre la hemoglobina dosificada de Haute tension de Alexandre Aja y la febril psicología de À l´intérieur de Alexandre Bustillo (toda una sensación en el Festival de Cine Fantástico de Sitges 2007).

Con un planteamiento muy simple, la impostura del saber jugar al límite con el sonido y la virtud de aprovechar la profundidad de campo hasta límites paroxísticos, este realizador, que promete más sesiones de infarto, se nos muestra como un excelente catalizador de lo más granado del cine de psicópatas. En su ideario y en su construcción de la pesadilla gusta ponerse en el pellejo y el resuello de la víctima tanto como colocar la violencia en un tablero de ajedrez y aguardar a que el marcador de tiempo se agote. Los Extraños apenas si puede catalogarse de explícita, sanguinolenta o especialmente ardua. Su curiosa e inquietante solución escénica la hace en ocasiones transitar de modo más reconocible entre la arquitectura del cine de fantasmas (con apariciones dignas de Suspense de Jack Clayton) que en la musculatura rocosa de la tópica ‘psycho-movie’ para adolescentes. Por otro lado, Los Extraños trata un tema de lo más goloso y poco común: el de los ‘Spree Killers’ o asesinos de paso: es decir, ese tipo de psicópatas nómadas que llega a un lugar desconocido, actúan y continúa su viaje –algo muy en la línea de la esplendida Malas Tierras de Terrence Malick-.

Con todo, nadie debe llevarse a engaño, Los Extraños es una película que sacraliza la tortura psicológica a la manera de Funny Games (Michel Haneke) y lleva al espectador a un estado de conciencia migrañoso. Su delirio y parsimonia son de un calado para nada desdeñables para aquellos que ya han digerido con naturalidad los dos golpes de efecto que todo filme de género conlleva, sin embargo, y con todo, esa estética elegante que porfía Bertino nada tiene que ver con el realismo sucio de otras propuestas como Wolf Creek del australiano Glen McLean, una indigesta sesión de desierto, rancheras destartaladas y chicas torturadas que sienta como un patada en el estómago. Los Extraños es elegante y terrorífica, dilatada e hipnótica: viejas herramientas que vuelven en manos firmes, capaces de sujetar un plano y mantenerlo quieto tanto tiempo como haga falta.

Por otro lado resulta muy conveniente, y todo un acierto, ver a la dulce Lyv Tayler (Jersey Girl) convertida en conejilla de indias de esos extravagantes visitantes que andan de paso. En el reparto le acompaña Scott Speedman (Underworld): dos caras bonitas que conforman una pareja de novios con problemas emocionales. Quien sabe si un achuchón terrorífico de Bryan Bertino procura que esas diferencias queden en anécdota.


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