publicado el 2 de noviembre de 2011
Marta Torres | En la línea de otros filmes independientes de supuesta imaginería fantástica, como la decepcionante Monsters, de Gareth Edward, Otra Tierra (Another Earth), de Mike Cahill, es una película que toma una idea vinculada a la ciencia ficción: la existencia de un duplicado idéntico a nuestro planeta, para abordar un drama íntimo a priori más profundo, que en este caso estaría relacionado con el perdón y la redención.
La película se presentó en Sundance, donde consiguió el premio del público y un contrato de distribución con la Fox como colofón a un rodaje a medio camino entre el cuento de hadas y el sueño americano. Mike Cahill explica que la idea de hacer la película surgió de un juego especulativo, ¿qué pasaría si te encontraras contigo mismo?, al que se unió la imagen poderosa de una Tierra colgada del cielo que el director extrajo de las fotografías tomadas por las misiones Apollo en la Luna. De esta mixtura surge un Doppelgänger multitudinario y planetario. El guión fue desarrollado por el mismo Cahill y por Brit Marling, la actriz protagonista, mientras que la película se rodó con poquísimos medios en el pueblo originario de Cahill, New Haven, en casas de amigos y con la ayuda de familiares e incluso de la policía local. El único actor conocido es William Mapother (Lost) que tuvo cierta influencia en el desarrollo de su personaje en el guión al que dotó de más profundidad y más escenas.
La película se centra en el personaje de Rhoda Williams (Brit Marling), una estudiante brillante a punto de ser aceptada en el Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT). La misma noche que celebra su admisión suceden dos cosas: se descubre un planeta nuevo en el cielo y Rhoda, en estado de embriaguez, causa un accidente de tráfico que acaba con la vida de la mujer y el hijo de un reputado compositor (William Mapother). Después de una estancia en la cárcel y bajo un fuerte complejo de culpabilidad que la lleva a renunciar a cualquier intento de reconstruir su vida, Rhoda decide ayudar en lo posible al compositor al que arruinó la vida, y que ahora vegeta entre el abandono y el alcoholismo. Por otra parte, la protagonista se siente impelida a participar en un concurso para ganar un viaje a la otra tierra, donde quizá sea capaz de empezar otra vida.
Esquivando el significado tradicional del doble (Doppelgänger) como anuncio de la muerte, el planeta al que hace referencia el título es, por tanto, una visualización poderosa de la esperanza y de las segundas oportunidades. A la manera de Melancolía de Lars Von Trier, presentada como Otra tierra en el Festival de Sitges, la película toma un acontecimiento global, diríamos que cósmico, para hablarnos de un drama minúsculo, si bien en el filme del director danés la desproporción nos golpea y nos emociona, en este filme es más fría y expositiva, debido en parte a una actuación muy mesurada, a una atmósfera algo neutra y a una exposición reiterativa que disgustará a los que no comulguen con el sello Sundance; pero sobretodo a un cierto miedo a cargar las tintas sobre el tema escogido. El filme parece apostar por las “historias pequeñas” y el realismo, por lo que huye de todo tipo de alarde formal, salida de tono o énfasis de cualquier clase, de lo que resulta un filme excesivamente plano y desnudo. En su haber tenemos una historia excepcional y unas poderosas imágenes de una tierra suspendida en el cielo como una promesa inalcanzable.