publicado el 16 de noviembre de 2012
Lluís Rueda | Una de las tristes decepciones del festival, máxime cuando su director nos había ofrecido un nivel más que prometedor en su anterior filme Sudor Frío (2011). El cóctel que procura García Bogliano resulta excesivamente ambicioso, toca demasiadas variantes del fantástico y no resuelve casi ninguna de las situaciones expuestas con solvencia. Cinta desabrida que procura cargar las tintas en el sexo como elemento perturbador y diabólico (sin excesiva capacidad metafórica) y que prefigura la caída en desgracia de una familia feliz que ve vendida su alma al diablo. El móbil del filme, una violación de la hija adolescente que desencadena en tormenta de violencia y acaba por atraer al hogar al mismísimo demonio. Deben entender que esta breve sinopsis se ajusta a nivel argumental limpiando muchos elementos innecesarios y falsas pistas puramente efectistas, y es que es difícil de hallar un criterio fílmico certero que defina una línea, por que casi todos los elementos del filme se acumulan como detritus que ensombrecen la más mínima idea fresca o interesante. La cinta juega al límite con todas sus variantes de un modo tan desacomplejado que acaba por parecer un carrusel desbocado que no nos lleva a ninguna conclusión aceptable. Filme precipitado, extrañamente deudor del cine de Fulci pero con unos arreglos que le hacen deambular entre una forzada sofisticación y unas turbulencias no pretendidas. Esperemos que lo próximo del bueno de Adrián García Bogliano se ajuste más a su verdadero talento.