publicado el 22 de noviembre de 2013
Lluís Rueda | Que Norberto Ramos del Val es uno de los directores que posee una de las miradas más cínicas y refrescantes de nuestra cinematografía no se le escapa a nadie. Reconozco que cuando hace unos años me acerqué a su filmografía por consejo de Oscar Aibar me ganó de inmediato, y es que filmes como Muertos comunes (2004), El último fin de semana (2011) o Summertime (2012) son a ojos de un neófito un muestrario irregular pero perecedero. Su mirada es auténtica y su perfil de predicador de las miserias de nuestra condición de consumidores de ocio, absolutamente necesario.
Con su carabina apuntando a un hecho identitario relacionado con la postmodernidad y a internet como omnipresente catálogo de borregadas, el realizador cántabro teje su particular Rue del Percebe 13 atiborrado de personajes marcianos, falsas deidades metafísicas y un concepción del exhibicionismo muy acorde a nuestros días. Una vez ha apuntado, Del Val, como adalid de una majaretada en tono La escopeta Nacional teje un improbable thriller esotérico protagonizado por una bloggera buenorra y un paracientífico con pinta de geek, el Faraday del enunciado, que no lleva a ninguna parte pero que acompaña entre chascarrillos, cameos y centolladas con coartada, o bajo coacción, a una idea: la de que la los marginales nunca llegarán a parte alguna, pero con las nuevas tecnologías sus pedorretas tiene un eco que los podría santificar como modernos, influyentes o 'cuquis'. Faraday no es la mejor cinta del director, es una película contra todo y, a pesar de todo, simpática. Como él mismo expresa al vender su particular humo tóxico, si te ha servido para echar un par de risillas ya me doy por contento. Pues nada, a carcajearse con impostura, modernas.