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publicado el 13 de junio de 2006

Remake o cortar y pegar

A priori, nadie puede cuestionar el oportunismo de un 'remake', incluso el de una obra maestra relativamente cercana en el tiempo, si el objetivo es loable, incluso al margen del resultado obtenido. Lamentablemente 'La profecía' ('The Omen', 2006) de John Moore carece de esos objetivos. El acercamiento al material rodado por Richard Donner está justificado, en última instancia, mediante una perspicaz campaña de marketing basada en una cábala de fechas que coincide con el día de estreno del filme, es decir el 6 del 6 del 2006. Tan peregrina coartada publicitaria, vestida de 'spot' apocalíptico, llega a cotas paroxísticas cuando descubrimos que ni siquiera el equipo técnico se ha molestado en buscar de un nuevo enfoque, una sana redefinición en la puesta en escena del excelente guión de David Seltzer. Sencillamente se ha optado por un reciclaje singular: el del plagio torpón.

Lluís Rueda | Moore se ha dado el gustazo, perverso capricho o somera desfachatez, de calcar las secuencias y el timing del original de Donner únicamente cambiando algunos emplazamientos de cámara y el diseño artístico. Eso cuando su caprichoso instinto no le ha llevado a reformular por completo secuencias esenciales como la muerte del sacerdote, el ataque de los primates en el Zoo o el de los perros en el cementerio etrusco: precisamente aquellos instantes que merecían un mayor respeto, una nula intervención autoral, inopinadamente han sido modificados en su totalidad. Si nos atenemos a la particular obsesión por 'cortar y pegar' y a situarse con rigor en el esquema del filme original que muestra John Moore esa variantes puntuales aún resultan más obscenas.

Hace algunos años Gus Van Sant cometió, para algunos, la herejía de rodar un remake exacto, incluso en los tipos de plano, de Psicosis, pero bajo aquel ejercicio fílmico se hallaba una convicción artística, un propósito fundamental, el de comprobar como un material rodado técnicamente igual, puede verse perjudicado por una serie de aspectos coyunturales como la época de producción, el nivel interpretativo de lo actores e incluso el clima de rodaje. Gus Van Sant demostró con ese experimento fílmico que el cine no es matemática exacta, ni pura física, que un rodaje puede y debe enriquecerse de algo que podría definirse como ‘estado de gracia’. Esa especie de magia, en el caso de Hitchcock tintada de una manifiesta tiranía, flota en el set e impregna los mecanismos creativos.

Moore se ha dado el gustazo, perverso capricho o somera desfachatez, de calcar las secuencias y el timing del original de Donner únicamente cambiando algunos emplazamientos de cámara y el diseño artístico.

Desde luego todas estas consideraciones no son aplicables al “experimento comercial” perpetrado por Moore, también implicado en funciones de producción. Reitero, no caigamos en la trampa de poner en tela de juicio la conveniencia de un remake, por inoportuno que parezca. Un ejemplo inmediato lo encontramos en La matanza de Texas(The Texas Chainsaw Masacre, 2003) de Marcus Nispel, una valiente y admirable redefinición del material rodado por Tobe Hooper que recibió inmerecidas críticas antes de ver la luz. Desde luego, alguien podría refutar esta consideración y, por ejemplo, citar Terror en la Niebla (The Fog, 2005) de Rupert Wainwrigth, puesta al día de la portentosa cinta de Jonh Carpenter estrenada en 1978. Este insulso remake del clásico carpenteriano se acoge a una línea conservadora muy parecida a la de La Profecía que nos atañe. Pero convendrán que una cosa son las intenciones y otras los resultados, las películas no son más o menos oportunas, son más o menos fallidas.

El caso de La Profecía es especialmente doloroso para aquellos que amamos el filme de Richard Donner, y es que a pesar de que interpretar desidia o mala fe entre los máximos responsables del filme (desde el productor hasta el último actor), sería poco menos que exagerado, lo cierto es que este nuevo advenimiento, esta llegada del anticristo en el nuevo milenio, parece mejor perfilada en la desfachatez conceptual del proyecto que en su propia ficción. Es de suponer que la rubrica del chascarrillo debería venir a redondear una irónica puntualización sobre el estado malévolo, anómalo e intraterrenal del actual cine hollywoodiense, pero no seré yo el que aliente ese tópico tan sabroso.

Se hace evidente que otra vía para cuestionar la valía del film de John Moore es la de caer en tentación de comparar al excelente elenco de actores de el filme de Richard Donner con los profesionales que encarnan a la sufrida familia Thorn del 2006. En ese sentido cabe señalar el notable trabajo de un buen actor como Liev Schreiber, que compone un esforzado embajador Robert Thorn, y en contraposición el endeble, casi surrealista, trabajo de Julia Stiles (Katherine Thorn), que encarna a una niña bien tan exagerada que parece inspirada en los sarcásticos retratos de los pijos británicos (todo y ser norteamericana fuera dentro de la ficción) que tan bien perfilara Woody Allen en Match Point. Agradecida, por otro lado, es la presencia de Mia Farrow como niñera luciferina, presencia que se cuenta entre lo poco salvable del filme y que protagoniza uno de sus pocos momentos brillantes y originales del mismo: aquel que relata el último encuentro entre el ama de llaves y la señora Thorn en un hospital de Londres.

El caso de La Profecía es especialmente doloroso para aquellos que amamos el filme de Richard Donner, y es que a pesar de que interpretar desidia o mala fe entre los máximos responsables del filme, sería poco menos que exagerado, lo cierto es que este nuevo advenimiento, esta llegada del anticristo en el nuevo milenio, parece mejor perfilada en la desfachatez conceptual del proyecto que en su propia ficción.

Como ven, aún no hemos hablado del nuevo Damien, y es que aunque pueda parecer incongruente su protagonismo en el devenir del filme parece en ocasiones poco menos que nulo. El poco carisma del pequeño actor Seamus Davey-Fitzpatrick se convierte en una obviedad al repasar su abanico de muecas grotescas y su impostura de niño malcriado, todo y con ello resulta adorable. Algo malo debe estar pasando en el cine de horror cuando a uno le entran ganas de comerse a besos al mismo diablo.
Eso sí, hay una novedad notable en el guión firmado por David Sletzer, el nuevo Damien juega a la Play Station. Podemos adelantarles otras novedades que aporta esta Profecía del 2006, con seguridad las únicas que podrán contabilizar: el marcado envoltorio politicoconspirativo, el prólogo apocalíptico protagonizado por la curia romana y la impagable presencia de un émulo de Benedicito XVI. Poco más, el resto de cambios perceptibles pertenecen al mundo de la moda, el diseño o las nuevas tecnogías. Ah, eso sí, casi pasaba por alto la imprescindidle referencia al 11 de Septiembre, resulta curioso como la estampa de las torres gemelas ardiendo se ha convertido en toda una perversión pop de la sociedad occidental, de obligada presencia en todo aquello que huela a azufre y poder.

En resumen, el filme de John Moore no solo hace aún más brillante, si es que alguien le quedaba a estas alturas alguna duda, La profecía de Richard Donner, también nos incita a pensar que la muy endeble El enviado (Godsen, 2004) de Nick Hamm podría ser considerada el remake no oficial, y tal y como están las cosas, quien sabe si definitivo del clásico demoníaco del director de Superman.


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