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publicado el 26 de diciembre de 2007

Lluís Rueda |

Cuando la femme fatal es él

Dos años después de la gran acogida de la magnífica y crepuscular Brockeback Mountain, el director taiwanés Ang Lee volvía a ganar el León de Oro de Venecia a la mejor película con otra historia de deseo al límite y de personajes asfixiados por el sentimiento de culpa. Deseo, peligro, es la radiante joya de la corona de la filmografía del director de Sentido y Sensibilidad, un filme voluptuoso y de cálida puesta en escena que se autoabastece del eclecticismo al que nos tiene acostumbrado su realizador. Deseo, Peligro juega a la papiroflexia fílmica con un gusto por el detalle y el preciosismo arrebatado y arrebatador, pliega la hoja de ruta tantas veces indica el manual del cine de espías al uso y no pierde detalle de las enseñanzas del maestro Hitchcock, su aprendiz aventajado Paul Verhoeven (existen muchos paralelismos con El libro negro(Zwartboek, 2006) e incluso Instinto Básico (Basic Instinct, 1992)), y un buen número de clásicos del cine norteamericano, desde Marruecos (Morocco, 1943) de joseph Von Sternberg a Casablanca (1942) de Michael Curtiz.

El nuevo poema desencantado de Ang Lee, nos lleva a la China ocupada por los japoneses a finales la década de 1930. En ese marco tan crispado, Lee, sitúa la figura de una estudiante de teatro captada por la resistencia que tiene la misión de de eliminar al brutal y atractivo Sr. Yee (Tony Leung Chiu Wai), importarte cargo de la justicia japonesa. En este contexto el realizador nos ofrece una estimulante tragedia salpicada de cálida pulsión erótica en que este torturador sin escrúpulos acaba por atrapar a la joven Wang Jiazhi (magnífica Tang Wei). El circulo de amor y odio de consecuencias imprevisibles que dibuja Lee es el motor de un filme que tamiza ciertos recursos estilístico en pos de un tratamiento majestuoso y elegante, tanto que en ocasiones el espectador evoca la sensualidad de Wong Kar Wai en la disposición exquisita de una obra de sesgo menos volátil, igualmente carnal, pero de vocación más folletinesca.

El primer tramo del filme, acaso demasiado embriagado en la construcción milimétrica del personaje de Wang Jiazhi, resulta excesivamente costumbrista y parsimonioso; es el único pero a una cinta que logra hacer estallar su trama en un portentoso cóctel de violencia, sexo y magistral juego de máscaras; el brío del relato, bien entrada la primera hora de metraje, toma una naturaleza bastarda, realmente abrumadora por el perfil ambigüo de sus protagonistas: un buen tono que se mantiene hasta un desenlace amargo y sólido, como triste y excepcional era el de Brockeback Mountain.

Sexualmente explícita y de una armonía sincopada que, reitero, nos hace pensar en Deseando amar (Fa yeung nin wa, 2000) de Wong Kar Wai, este clásico moderno, orgullosamente metacinematográfico pese a tender a la descomposición por la arbitrariedad del montaje, seduce de inmediato por su trasgresora mirada al vacío del alma humana

Ang Lee puede ser minucioso y magistral en los primeros planos del rostro de su actriz protagonista pero también en sus virtuosas composiciones del entramado sociopolítico: le basta la cola de un hospicio para explicarnos el horror bélico, el plano aéreo de una cantera a media noche para congelarnos el alma. La violencia de las calles se constriñen en el filme a la carne y los cuerpos de los amantes-enemigos, las batallas a sus sacudidas pélvicas, y el desamparo a los silencios afilados como dagas.

Sexualmente explícita y de una armonía sincopada que nos hace pensar, reitero en Deseando amar (Fa yeung nin wa, 2000) de Wong Kar Wai, este clásico moderno, orgullosamente metacinematográfico pese a tender a la descomposición por la arbitrariedad del montaje, seduce de inmediato por su trasgresora mirada al vacío del alma humana (no es baladí que también nos haga pensar en el clásico de David Cronenberg M Buterfly (1993). Mariposas venenosas y arañas protectoras, siempre celosas y al acecho, es lo que encontrarán en esta sinfonía de crimen y castigo. Pese a su largo metraje vale la pena embriagarse en la mirada de Ang Lee: un Elia Kazan taiwainés para el siglo XXI.

El guión de Deseo, Peligro está basado en un relato corto de la escritora Hielen Chang, y para el excepcional trabajo de fotografía se ha contado con Rodrigo Prieto. El filme, como era de prever sufrirá cortes en su metraje para su exhibición en China, en Estados Unidos se ha sepultado su distribución con un ‘para mayores de 17 años’. No sé que censura es, valga la redundancia, más censurable.



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