publicado el 1 de julio de 2009
Marta Torres | No hay nada más fugaz que el favor del público, dicen. Lo cierto es que todo cansa y en los pocos años transcurridos entre la primera adaptación del best seller de Dan Brown, El código da Vinci, y la segunda, Ángeles y demonios parece que han transcurrido siglos de gusto cinematográfico y lo que hace unos años se correspondía a las inquietudes de una época dada a jugar con conspiraciones y a reinventar el pasado, ahora se ha transformado en un truco mecánico, repetitivo y sin vida, a pesar de emplear las mismas trampas cinematográficas, el mismo director y, casi, los mismos actores. La explicación es sencilla, Dan Brown y sus misterios vaticanos ya no están de moda. O al menos, eso parece a simple vista.
Ángeles y demonios es la adaptación cinematográfica de la segunda novela de Dan Brown dedicada a los misterios de la iglesia, si bien se trata de una historia que sucedió antes que El Código da Vinci y sería, por tanto, una precuela. La historia está protagonizada por el mismo profesor versado en iconografía y símbolos antiguos (un esforzado Tom Hanks), que en esta ocasión se ve arrastrado a la Ciudad del Vaticano para desenmascarar una conspiración de una secta ilustrada, los Iluminatti, contra la iglesia que les condenó y les envió a la hoguera hace siglos. En esta ocasión, como en la precedente, el argumento sirve de excusa para reescribir el pasado bajo un prisma algo conspiranoide, o, si se quiere: para dar sentido al presente reinventado el pasado. La iglesia vuelve a ser la protagonista aunque ahora tiene el enemigo en casa y la película acaba por ser un juego de pistas –un cluedo- donde se trata de descubrir quien es el traidor.
Quizá por este motivo el filme acaba por adoptar una estructura algo esquemática. La película es básicamente una carrera contrarreloj a través de la geografía romana en pos de pistas que ayuden a evitar la terrible venganza de los Illuminati. Como en la película anterior, los números, la geometría y los símbolos antiguos estructuran el relato: hay que encontrar a un número determinado de personas en un número determinado de iglesias y el tiempo acaba a medianoche… La sensación general es que Tom Hanks y su partenaire femenina, Ayelet Zurer, participan en una gincana algo sangrienta, algo repetitiva para el espectador, a no ser que se dedique a sacar ideas para un futuro viaje a Roma.
Se salvan la sotana de Ewan McGregor, en el papel de Camarlengo, y la minuciosa descripción de los rituales e intrigas vaticanas que siguen a la muerte de un Pontífice, el resto es pura repetición de un esquema agotado.